Preocupa enterarse, por fuentes debidamente acreditadas para decirlo, que del Golfo de California únicamente se está extrayendo el 5 por ciento de las especies marinas que podrían ser fuente útil de ingresos para la gente dedicada a la pesca. Se habla en este caso del camarón, calamar y sardina como los únicos productos del mar a cuya captura se dedica el grueso de quienes viven de dicha actividad.
“El acuario del mundo”, como se le conoce también al Golfo de California por su impresionante variedad de especies marinas, no está siendo debidamente explotado, y las consecuencias saltan a la vista. En estos momentos, la gente que acaba de iniciar la extracción de camarón se siente desalentada porque las capturas han sido escasas. Aseguran incluso que la temporada será de nuevo un fracaso. Es decir, si no hay camarón… no hay nada más.
Esto nos lleva a pensar que, como sucede en otros casos, la pesca también se circunscribe a dos o tres productos a explotar, y no existe una visión más allá que permita llevar a otra alternativa para sobrevivir gracias a la riqueza marina. Mucha gente se queja no sólo de los bajos volúmenes del producto (camarón) sino también de los bajos costos de comercialización. Sin embargo siguen viendo en el “oro rosado” (término que cada vez deja de ser una correcta aplicación) la solución para la sobrevivencia anual. Y eso es un error.
Si bien es cierto en los setentas y ochentas la pesquería del camarón fue el sostén de la economía regional, es evidente que esos tiempos ya quedaron atrás. No obstante, el pescador guaymense se quedó con esa inercia, de que sólo en la temporada camaronera se puede vivir de la actividad extractiva. Otras especies que podrían ser bien explotadas (quizá no con las ventajas económicas del crustáceo pero representando una buena opción también), simple y sencillamente no se toman en cuenta. Se hace en una proporción muy baja.
En los tiempos de Florentino López Tapia, éste hablaba mucho de la explotación de otras especies. Se refería entonces a la merluza, la mojarra y otras más que --aseguraba-- podrían ser opción para mejorar la situación del pescador. No obstante, la tendencia seguía y sigue siendo a la captura del camarón. Este, sin embargo, ha sido la consecuencia del drama en el que viven muchas familias de pescadores, porque al escasear el producto, se centran en su idea de que “la pesca tronó”, y se cierran a la búsqueda de otras alternativas.
En realidad son muy pocos los que extraen otros productos y se ponen a comercializarlo al consumidor regional. Ahí están los que ofrecen en las esquinas almeja, jaiba y uno que otro pescado. Sin embargo, no hay una visión que lleve a buscar el mercado extranjero. Aún cuando vivimos a las orillas del “acuario del mundo”.
¿Quién tiene realmente la culpa de que la pesca hay dejado de ser la opción económica para los guaymenses?
ESTE tema me recordó otro que toqué en alguna ocasión anterior. Alguien dijo alguna vez que los mexicanos tenemos la tendencia a imitar lo que otros hacen y creo que tenía razón.
Un ser muy querido en una ocasión puso una casa de huéspedes. Fue un negocio productivo durante un tiempo. Un vecino suyo se dio cuenta, y a la cuadra siguiente puso su negocio similar. En apenas dos años más, otras tres casas de alojamiento funcionaban en los alrededores. No fue más negocio para ninguno de los cinco.
“El pajarito” era ubicado años atrás como el creador de los más deliciosos “hot dogs” de toda esta región. Alguien trató de imitarlo y puso su carrito. Hoy en cada esquina encuentras un negocio de “dogos”, con la diferencia de que ya no es tal para nadie. Igual pasó con los taxistas, quienes en los 70’s tenían estupendos ingresos. En los tiempos actuales, hay tantísimos taxis que sus propietarios sólo sacan para la gasolina.
Es decir, nos sigue faltando creatividad para idear empresas diferentes, y lejos de eso, vigilamos la fuente de ingresos del vecino y tratamos de imitarlo, no sólo para que sea un negocio para nosotros, sino también, de paso, para “partirle su madre” a aquel al que le está yendo tan bien.
Así somos, pues.
“El acuario del mundo”, como se le conoce también al Golfo de California por su impresionante variedad de especies marinas, no está siendo debidamente explotado, y las consecuencias saltan a la vista. En estos momentos, la gente que acaba de iniciar la extracción de camarón se siente desalentada porque las capturas han sido escasas. Aseguran incluso que la temporada será de nuevo un fracaso. Es decir, si no hay camarón… no hay nada más.
Esto nos lleva a pensar que, como sucede en otros casos, la pesca también se circunscribe a dos o tres productos a explotar, y no existe una visión más allá que permita llevar a otra alternativa para sobrevivir gracias a la riqueza marina. Mucha gente se queja no sólo de los bajos volúmenes del producto (camarón) sino también de los bajos costos de comercialización. Sin embargo siguen viendo en el “oro rosado” (término que cada vez deja de ser una correcta aplicación) la solución para la sobrevivencia anual. Y eso es un error.
Si bien es cierto en los setentas y ochentas la pesquería del camarón fue el sostén de la economía regional, es evidente que esos tiempos ya quedaron atrás. No obstante, el pescador guaymense se quedó con esa inercia, de que sólo en la temporada camaronera se puede vivir de la actividad extractiva. Otras especies que podrían ser bien explotadas (quizá no con las ventajas económicas del crustáceo pero representando una buena opción también), simple y sencillamente no se toman en cuenta. Se hace en una proporción muy baja.
En los tiempos de Florentino López Tapia, éste hablaba mucho de la explotación de otras especies. Se refería entonces a la merluza, la mojarra y otras más que --aseguraba-- podrían ser opción para mejorar la situación del pescador. No obstante, la tendencia seguía y sigue siendo a la captura del camarón. Este, sin embargo, ha sido la consecuencia del drama en el que viven muchas familias de pescadores, porque al escasear el producto, se centran en su idea de que “la pesca tronó”, y se cierran a la búsqueda de otras alternativas.
En realidad son muy pocos los que extraen otros productos y se ponen a comercializarlo al consumidor regional. Ahí están los que ofrecen en las esquinas almeja, jaiba y uno que otro pescado. Sin embargo, no hay una visión que lleve a buscar el mercado extranjero. Aún cuando vivimos a las orillas del “acuario del mundo”.
¿Quién tiene realmente la culpa de que la pesca hay dejado de ser la opción económica para los guaymenses?
ESTE tema me recordó otro que toqué en alguna ocasión anterior. Alguien dijo alguna vez que los mexicanos tenemos la tendencia a imitar lo que otros hacen y creo que tenía razón.
Un ser muy querido en una ocasión puso una casa de huéspedes. Fue un negocio productivo durante un tiempo. Un vecino suyo se dio cuenta, y a la cuadra siguiente puso su negocio similar. En apenas dos años más, otras tres casas de alojamiento funcionaban en los alrededores. No fue más negocio para ninguno de los cinco.
“El pajarito” era ubicado años atrás como el creador de los más deliciosos “hot dogs” de toda esta región. Alguien trató de imitarlo y puso su carrito. Hoy en cada esquina encuentras un negocio de “dogos”, con la diferencia de que ya no es tal para nadie. Igual pasó con los taxistas, quienes en los 70’s tenían estupendos ingresos. En los tiempos actuales, hay tantísimos taxis que sus propietarios sólo sacan para la gasolina.
Es decir, nos sigue faltando creatividad para idear empresas diferentes, y lejos de eso, vigilamos la fuente de ingresos del vecino y tratamos de imitarlo, no sólo para que sea un negocio para nosotros, sino también, de paso, para “partirle su madre” a aquel al que le está yendo tan bien.
Así somos, pues.