Corría el año de 1988. Septiembre para ser exactos. Trabajaba yo en ese entonces para el periódico La Voz del Puerto en el puesto de Jefe de Redacción. Recién nos acabábamos de cambiar al edificio de la calle 10, el cual también ya forma parte de la historia de este medio.
Iniciaba la administración de Florentino López Tapia. De hecho tenía apenas un día de haber tomado posesión como alcalde cuando suena mi teléfono y me dice la recepcionista: “Víctor, le llama una señora”. Atiendo, y del otro lado de la línea, una voz femenina, medio tipluda, me dice con enojo: “Ahí está!!... ¿¿No que Florentino iba a cambiar todo??... Guaymas está peor!!”… Recordará el lector que letras atrás dije: tenía un día como alcalde.
En lo particular, yo cada día me decepciono más y más de los políticos. A lo largo de mi trayectoria como remedo de periodista me ha tocado ver gente que se emocionó hasta las lágrimas con sus mensajes durante sus campañas de proselitismo, pero al llegar al cargo que buscaban resultaron ser los competidores de los más léperos de la historia.
Sin embargo, estoy convencido de que esto último se descubre cuando, tras un tiempo razonable, nos damos cuenta si fue útil o no para la ciudadanía haberle dado el apoyo mayoritario. Es decir, pretender que Florentino en aquellos tiempos cambiara radicalmente la imagen de la ciudad en UN DÍA era un absurdo derivado de una descomunal torpeza mental. Cuando “don Flor” entregó los bártulos de la administración pública, lo hizo con cambios muy radicales y de beneficio para los guaymenses, aún cuando “el viejo” enfrentaba una atroz lucha contra quienes buscaban aniquilar al cooperativismo pesquero. Es decir, Florentino como alcalde cumplió. Y bien.
Otto Guillermo Claussen Iberri ya cometió errores que, de entrada, se pueden considerar delicados. Traer gente de Hermosillo para integrarse a la administración pública de un municipio que conocen muy poco podría no ser tan malo si fueran personas con reconocida solvencia tanto moral como laboral. Es más, quizá hasta sean buenos. Hay otros guaymenses que una vez llegaron al gobierno municipal y resultaron un lamentable fiasco. Pero a la gente no le gusta, pues. A los guaymenses les gusta ser gobernados por guaymenses.
Luego, en un par de extrañas historietas, mete a su administración a un militante panista reconocidísimo por corrupto, conflictivo y enemigo de su propio partido, paradójicamente para cuidar las manos de los demás, y por otra parte ordena la suspensión repentina y perjuiciosa de gente que laboró en la pasada administración, sin más explicación que “ya no aparecen en el sistema”. Ayer empezaba a crecer la inconformidad por eso. Y eran poco más de 20 los afectados.
Pero aún así, considero que es un plazo muy corto el que se está dando al nuevo Munícipe para demostrar “qué trae en la bola”. En la administración pública las cosas no se transforman de un día para otro. Y exigirle que las cosas se compongan a 15 días de haber asumido el cargo se me hace una necedad. Hay que vigilarlo, sí, en la forma que tenga de hacer gobierno para Guaymas, y cuestionarle lo que a nuestro respectivo juicio esté mal. Pero decir que esto ya fue un fracaso me parece realmente torpe.
Yo le daré un voto de confianza. Y lo hago por dos razones. La primera, por eso, pues: considero que es muy poquísimo tiempo para exigirle ya resultados contundentes. Y la otra, porque no creo que Claussen Iberri sea tan infantil de desaprovechar la oportunidad que tiene, después de muchos años de buscarla, de ser alcalde de su tierra natal y hacer algo que lo ubique positivamente en la historia local.
Total, en principio hablaba de decepciones… una más ¿qué tiene?