martes, 13 de noviembre de 2012

Enemigos desconocidos...

En la charla entre amigos, coincidíamos en que en los tiempos actuales, en los que la delincuencia pulula por todas partes, ya no sabe uno si temerle más a los que se dedican a las malas prácticas o a quienes están encargados de prevenirlas y combatirlas… los policías, pues.

Hay razones para eso. Y de sobra. Cada una de las personas con las que uno platica tiene siempre algo qué contar respecto a un incidente que haya tenido con un agente policiaco. Y es común encontrarse con pláticas que refieren un actuar abusivo, prepotente y arbitrario de elementos responsables de garantizar la seguridad del ciudadano común.
En lo particular, platicaré de un hecho que me ocurrió --hace algún tiempo ya-- y aunque me arriesgo a que alguien me llame cobarde, seguramente entenderá cuales fueron las razones por las que hasta hoy me atrevo a escribir.
El caso es que circulábamos mi hermano Carlos y yo por la avenida 8, poco más delante de la calle 16, cuando observé una patrulla de la Policía Estatal Investigadora estacionada sobre el arroyo de circulación y en sentido contrario. El impulso periodístico (ese que en ocasiones tantos problemas causa) me llevó a sacar mi cámara y tomar la foto. Seguimos nuestro camino.
No habíamos avanzado mucho, y en pleno centro de la ciudad, fuimos alcanzados por los agentes estatales, quienes armas en mano, nos obligaron a detenernos y como demonios (así se veían, ni modo) descendieron en plan amenazante cuestionándonos el por qué habíamos tomado una foto y que de inmediato nos identificáramos. Yo hice lo propio con uno de ellos, le mostré mi credencial y además (casualmente traía uno en la mano) un ejemplar de Contraportada.
El otro se fue sobre mi hermano y en plan agresivo le exigió que le mostrara los papeles del carro y sus identificaciones personales. Se hizo una discusión que pudo haber terminado en eso, pero uno de ellos se comunicó con el jefe y este ordenó que fuéramos trasladados hasta las instalaciones de la PEI. Yo acepté porque consideré que una negativa frente a semejantes gorilas podría derivar en un hecho lamentable para nosotros, puesto que ese tipo de individuos están acostumbrados a eso y más.
Nos trasladamos a las oficinas de la PEI y ahí, en una actitud amenazante, encolerizado por la gráfica que se había tomado, el jefe hizo estas advertencias: “tu hermano es ciudadano americano porque trae un carro americano”… “interrumpiste un operativo que se estaba haciendo para detener a una persona” (el agente antes había dicho que había bajado a cambiarse de camisa)… y la amenaza más preocupante de todas: “tú no sabes lo que es echarte de enemigo a alguien como nosotros… ni te lo imaginas”. Esto último, lo confieso, fue lo que me desarmó.
Le contesté que efectivamente, yo no sabía lo que era tener un enemigo así, porque enemigos de esa desconocida naturaleza no los tengo. Y le respondí, sin ofrecerle disculpas, por supuesto, que dejara así las cosas, que la foto la desaparecería y que nos dejara en paz. Me lo aceptó en medio de su incontrolable coraje, pero me lo repitió antes de salir: “con nosotros no te metas”. Confieso de nuevo que durante varios días, traje la sensación de que estaba bajo estricta vigilancia de esta gente.
¿Por qué no denuncié? ¿Por qué no lo publiqué? Por la simple y sencilla razón de que, en efecto, me estaba enfrentando a enemigos desconocidos. Hay que recordar que regularmente, agentes estatales acusan a la gente de “desconocida” cuando los verdaderos desconocidos son ellos. En medio del enojo que me invadía por la prepotente actitud del jefe policiaco, recordé los rostros de mis hijos y de todos mis seres queridos. Y no quise enfrentarlos a ellos a una situación cuyas consecuencias no quiero ni imaginarme.
Por desgracia, ese es el nivel de elementos policiacos que tenemos en este Nuevo Sonora. Bajo el pretexto de una lucha contra el crimen organizado, los abusos policiacos se han multiplicado, y lo que es peor, en contra de gente pacífica, de gente que nada tiene que ver con las prácticas reñidas con la ley.
Vaya usted a saber cuántas personas han sido encarceladas (en el MEJOR de los casos) por haberse querido enfrentar a quienes amenazan con “tú no sabes lo que es tener un enemigo como nosotros”.
Y en la conversación de amigos, regularmente se llega siempre a la misma conclusión: cuando un policía llegue en plan agresivo ante ti, dile que sí a todo. Una reservada negativa o un tímido reproche de tu parte te puede convertir en futuro habitante de un Cereso.