Para que los partidos políticos puedan recuperar la credibilidad perdida, necesitan realmente ponerse del lado de las causas populares. Los desmedidos intereses de grupos y las ambiciones personales han aniquilado la confianza ciudadana, de tal forma que hoy en día, la negra sombra del abstencionismo de frente a la próxima jornada electoral se fortalece más que nunca.
Hay formas de que los partidos puedan convencer a la gente de que realmente pretenden hacer bien las cosas. Si no las buscan no las van a encontrar. Hoy en día tratar de ocultar argucias tendientes a sacarle provecho a la participación política ya es inútil. La gente ya entiende más de eso y no se deja engañar como antaño.
Por eso es importante ir construyendo esas formas que permitan al ciudadano sentirse estimulado a participar en una jornada cuya conclusión, el primer domingo de julio próximo, es por ahora de pronóstico reservado. Los mismos candidatos lo saben y por eso están actuando con tanta cautela.
Aquí en Guaymas, se insiste mucho en que el hoy alcalde César Adrián Lizárraga Hernández podría renunciar poco antes de que inicie el carnaval. El munícipe ha dicho que buscaría la postulación para ir por la diputación local. Y esto ha despertado la natural conjetura y los movimientos al interior del Ayuntamiento para definir a sus sustituto.
En lo particular no tengo absolutamente nada que sentir de Francisco Ponce Vázquez. Vaya, podría decir que literalmente ni lo conozco, porque hasta hoy no ha pasado de un saludo por compromiso. Pero sí me doy cuenta de que lo de su pretendido propósito de llegar a la alcaldía sustituta lleva objetivos muy diferentes a lo que es el cumplimiento a un compromiso de trabajo a favor de la ciudadanía.
En términos generales, “El Pío Ponce” es un desconocido para los guaymenses. Es uno más de los regidores de la actual Comuna, muchos de los cuales pasan total y absolutamente desapercibidos para el resto de la comunidad. De hecho, a lo largo de la administración no ha destacado precisamente por tener un trabajo que los ciudadanos hayamos aplaudido.
Las comparaciones son odiosas, en eso estoy totalmente de acuerdo. Pero en cuestión de imagen no le veo la altura como para ponerse al nivel, político y social, de Mónica Marín Martínez, cuyo nombre suena bastante para entrar al quite una vez que el hoy alcalde se vaya en pos de una nueva aventura política. Y Mónica no ha tenido que regalar terrenos ni nada por estilo para ganarse esta distinción, la de ser tomada en cuenta para semejante encomienda.
Lo de Mónica consiste simplemente en un trabajo de entrega, de responsabilidad y de profunda lealtad tanto a su ideología política como al compromiso que ha adquirido en las ocasiones que ha sido servidora pública, como hoy. Mónica no necesita venderse políticamente. Su posición es el resultado muy natural de una trayectoria limpia dentro de su militancia panista y en el quehacer público.
Pero además de eso, a Mónica la conocen bien los guaymenses. Ella, como lo he comentado en múltiples ocasiones, es parte de una familia a la que conozco muy bien, integrada por gente trabajadora, honesta, con principios que les fueron inculcados desde muy niños por sus hoy orgullosos padres. Así están identificados ante la opinión pública.
Esa es la razón por la que el PAN en Guaymas, como lo dije al principio, debe reflexionar sobre la conveniencia de nombrar, en el (la) sucesor de Lizárraga Hernández, a alguien que se sienta más comprometido con la ciudadanía que con los intereses de grupos.
Son tiempos electorales, son momentos precisos en que Acción Nacional necesita urgentemente de ganarse la credibilidad de los electores. Nombrar a un sustituto equivocado pondría en grave riesgo la participación de los candidatos panistas en las elecciones de este año.
Un error panista sería muy bien utilizado por los partidos contrarios.
En sus manos está su futuro.
Hay formas de que los partidos puedan convencer a la gente de que realmente pretenden hacer bien las cosas. Si no las buscan no las van a encontrar. Hoy en día tratar de ocultar argucias tendientes a sacarle provecho a la participación política ya es inútil. La gente ya entiende más de eso y no se deja engañar como antaño.
Por eso es importante ir construyendo esas formas que permitan al ciudadano sentirse estimulado a participar en una jornada cuya conclusión, el primer domingo de julio próximo, es por ahora de pronóstico reservado. Los mismos candidatos lo saben y por eso están actuando con tanta cautela.
Aquí en Guaymas, se insiste mucho en que el hoy alcalde César Adrián Lizárraga Hernández podría renunciar poco antes de que inicie el carnaval. El munícipe ha dicho que buscaría la postulación para ir por la diputación local. Y esto ha despertado la natural conjetura y los movimientos al interior del Ayuntamiento para definir a sus sustituto.
En lo particular no tengo absolutamente nada que sentir de Francisco Ponce Vázquez. Vaya, podría decir que literalmente ni lo conozco, porque hasta hoy no ha pasado de un saludo por compromiso. Pero sí me doy cuenta de que lo de su pretendido propósito de llegar a la alcaldía sustituta lleva objetivos muy diferentes a lo que es el cumplimiento a un compromiso de trabajo a favor de la ciudadanía.
En términos generales, “El Pío Ponce” es un desconocido para los guaymenses. Es uno más de los regidores de la actual Comuna, muchos de los cuales pasan total y absolutamente desapercibidos para el resto de la comunidad. De hecho, a lo largo de la administración no ha destacado precisamente por tener un trabajo que los ciudadanos hayamos aplaudido.
Las comparaciones son odiosas, en eso estoy totalmente de acuerdo. Pero en cuestión de imagen no le veo la altura como para ponerse al nivel, político y social, de Mónica Marín Martínez, cuyo nombre suena bastante para entrar al quite una vez que el hoy alcalde se vaya en pos de una nueva aventura política. Y Mónica no ha tenido que regalar terrenos ni nada por estilo para ganarse esta distinción, la de ser tomada en cuenta para semejante encomienda.
Lo de Mónica consiste simplemente en un trabajo de entrega, de responsabilidad y de profunda lealtad tanto a su ideología política como al compromiso que ha adquirido en las ocasiones que ha sido servidora pública, como hoy. Mónica no necesita venderse políticamente. Su posición es el resultado muy natural de una trayectoria limpia dentro de su militancia panista y en el quehacer público.
Pero además de eso, a Mónica la conocen bien los guaymenses. Ella, como lo he comentado en múltiples ocasiones, es parte de una familia a la que conozco muy bien, integrada por gente trabajadora, honesta, con principios que les fueron inculcados desde muy niños por sus hoy orgullosos padres. Así están identificados ante la opinión pública.
Esa es la razón por la que el PAN en Guaymas, como lo dije al principio, debe reflexionar sobre la conveniencia de nombrar, en el (la) sucesor de Lizárraga Hernández, a alguien que se sienta más comprometido con la ciudadanía que con los intereses de grupos.
Son tiempos electorales, son momentos precisos en que Acción Nacional necesita urgentemente de ganarse la credibilidad de los electores. Nombrar a un sustituto equivocado pondría en grave riesgo la participación de los candidatos panistas en las elecciones de este año.
Un error panista sería muy bien utilizado por los partidos contrarios.
En sus manos está su futuro.