Con mucha frecuencia, acostumbro irme caminando a las
ocupaciones que tengo en el curso del día. Son varias las razones: hago un poco
de ejercicio, gasto menos gasolina del carro y tengo la maravillosa oportunidad
de saludar a múltiples amigos. Si acaso estos días el calor me obliga a hacerlo
con menos recurrencia, pero siempre me resulta bastante agradable. Pero bueno,
vaya esta breve introducción para el tema que hoy quiero compartir con ustedes.
En esas diarias caminatas, regularmente por la avenida
Aquiles Serán o la Abelardo L. Rodríguez, ya hasta familiar me está resultando
ver que nuevos negocios están cerrando sus puertas. Hoy en día, nuestra
principal avenida cuenta con muchísimos edificios que están literalmente
abandonados, y acaso algunos con el anuncio de “se renta”, a la espera de
nuevos aventurados aspirantes a empresarios.
Ayer paseaba con mi familia por Soriana de Las Villas, y
con mucha sorpresa vi que el local donde alguna vez funcionó “Gorditas Doña
Tota” ya está cerrado también. Siempre tuve la impresión de que era una empresa
“viento en popa”. Pero si nos ponemos a revisar con detenimiento, nos vamos a
dar cuenta de que en realidad son muchos, cientos (quizá miles) de locales que
ya no están operando porque, como se dice coloquialmente, “tronaron”.
Es cierto, hoy en día Guaymas forma parte de los millares
de municipios del país que enfrentan una situación económica extremadamente
grave. La falta de circulante y las cada vez más escasas oportunidades de
trabajo mantienen en constante preocupación a la gente que siente cada vez más
lejos la posibilidad de una mejoría económica. Sin embargo, el guaymense saca
la casta y constantemente está viendo la posibilidad de abrir una nueva
empresa. Los que pueden, invierten sus pocos recursos en un negocio nuevo,
iniciando regularmente con todo el entusiasmo del mundo.
¿Qué es lo que hace que los negocios “quiebren”? ¿Cuál es
la razón por la que, a pesar de tener una venta regular, muchas de esas
empresas pronto desaparecen por incosteabilidad?
Hace algunos años, empecé un negocio de refresquería. En
aquel tiempo renté un terrenillo, donde construimos una palapita y empezamos con
la venta de raspados y nieves, entre otras cosas. La expectativas crecieron en
apenas un mes de haber comenzado. Pero para el siguiente mes, el dueño del
terreno ya pretendía dispararme la renta con un aumento del ¡¡ 150 por ciento !!
Está de más decir que ese mismo día le di las gracias. Y el terreno quedó con
el letrero de se renta”.
Conversando un día en el negocio de un buen amigo, llegó
en ese momento la dueña del local. Él paga 3,500 pesos mensuales (si es que no
le han subido), y la señora empezó a quejarse de que los demás inquilinos se
estaban retrasando. Sin querer intervine en la plática y comenté “a lo mejor
tienen bajas ventas”. Infortunado comentario. La señora respondió molesta “no
es mi problema”.
Quise suavizar las cosas iniciando una conversación y le
pregunté sobre los costos de las rentas. Entre 4,500 y 5 mil pesos por local.
Me dijo que en esos momentos, de diez locales, tenía seis desocupados.
Le dije entonces que si no le convenía mejor reducir el
costo de la renta para que se le ocuparan todos. Y me respondió ya más molesta:
“eso cobro, y si no les parece prefiero no rentarlo”. Corté la conversación,
pensé que no tenía sentido seguir entrometiéndome en un asunto que no era de mi
incumbencia.
Pero sí me llevó a reflexionar y entender las razones por
las cuales muchos locales están sin funcionar. En medio de una crisis económica
que nos golpea rudamente a todos, los dueños de muchos locales cobran rentas
altísimas queriendo con ello lograr una solvencia económica. Esto provoca finalmente
que, si bien va, los dueños de los negocios saquen utilidades para pagar sólo
la renta, la aniquilable energía eléctrica, sueldos, compromisos fiscales, y
párele de contar. Ni soñar con beneficios propios. Y finalmente deciden cerrar.
“Prefiero no rentar si no me pagan lo que pido”. En lo
personal me pareció absurda la respuesta, pero entendí que mucha gente que
renta hoy en día sus locales piensa de una manera muy clara: si vas a poner un negocio
en mi local, las ganancias las quiero para mi.
Yo había pensado rentar un localito para empezar un nuevo
negocio.
Prefiero quedarme como estoy.