Yo empecé a tener más o menos la noción de lo que eran las campañas políticas por allá en 1972. Todavía me acuerdo que a mis 12 años, andaba husmeando por ahí en la avenida Serdán, precisamente frente a lo que era el inolvidable Cine Terraza Guaymas, frente a un templete preparado para recibir al entonces candidato del PRI a la Presidencia de México, Luis Echeverría Álvarez, de negros recuerdos para los mexicanos.
Alguien me dio una tabla que tenía letras que yo no entendía. Decía “CNOP”, y me dijeron que cada que escuchara escándalo la levantara. Al mentado señor ese lo vi cuando mucho un par de segundos, cuando literalmente pasó corriendo frente a mi, y después, por más brincos que pegué, ya no lo volví a ver, aunque escuchaba un montón de palabras de un discurso al que no le entendía ni papa.
Fue mi primer encuentro con la política. Y por esos mismos tiempos, conocí a un señor de nombre Carlos Gaytán. Creo que era candidato del PAN o del PPS a la alcaldía. Su oficina de campaña era contigua a donde yo vivía con mi familia, en la Abelardo L. Rodríguez, donde hoy se levanta el edificio Leo. No sabía a ciencia cierta qué era una campaña de proselitismo.
Eran los tiempos en que el PRI barría y trapeaba con los demás partidos. Tenía un control absoluto en los procesos electorales, que se extendió por José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, hasta llegar a Ernesto Zedillo Ponce de León, el último Presidente emanado del PRI. Con los tres últimos, el PAN empezaba a tomar fuerza y nacía el PRD. Sin embargo, el PRI seguía controlando todo lo oloroso a política.
A lo largo de mi experiencia periodística, me había tocado ver campañas proselíticas de enfrentamiento. Se han dado muchos casos, inclusive dentro de los mismos partidos. Acusaciones, enfrentamientos, discusiones y una serie de medidas tendientes a ganar el poder a cualquier costo. La llegada del PAN a la Presidencia del país vino a radicalizar las diferencias hasta ir dando paso a lo que hoy muchos llaman el odio político.
Hoy en día, las campañas de proselitismo son una auténtica vergüenza. Hoy en día, a los políticos les importa un cacahuate el interés colectivo, y recurren a las medidas más extremas para tratar de convencer al electorado de que son la mejor opción. Y las venganzas políticas están a la orden del día, con actitudes que denotan un desmesurado incremento en el odio y en la lucha del poder por el poder.
Sonora es un claro testigo de ello. A las acusaciones que gente del PRI hace al Gobierno del Estado por el presunto mal manejo de los recursos económicos, estos responden con amenazas de cárcel a funcionarios de la tristemente célebre administración de Eduardo Bours Castelo. Y el hecho de que esto ocurra en plena recta final de las campañas de proselitismo, da la idea clara de que ahora sí les importó madre convencer a la gente de ir a votar para ganar limpiamente. Ahora hay que ganar a como dé lugar. ¡Qué vergonzoso!
La lucha del poder por el poder mismo. Eso es lo que está viviendo Sonora en estos momentos. Las ambiciones políticas se desbordaron. El desmedido, incontrolable interés por mantener el control político rebasó ya la cordura, y finalmente están alcanzando su propósito; dividir a una sociedad que, como la sonorense, se suponía que ya había rebasado ese lamentable nivel. Una situación que debiera avergonzarnos a todos.
Y por mi parte, finalmente he decidido lo que haré el primero de julio. De todos los que están hoy como candidatos hay sólo dos a los que veo con una evidente intención de trabajar en bien de los demás. Sólo por ellos voy a ir a dar mi voto. Los demás, forman parte de la misma pandilla de maleantes políticos, a quienes lo único que les interesa es asumir un cargo que les permita cargarse de billetes mal habidos. Sátrapas mal nacidos que nos ponen su carita de ángel como candidatos, pero que por dentro llevan la más ruin intención de seguirnos jodiendo.
¡Ni modo!, diría el profe.