lunes, 14 de febrero de 2011

Tras el decepcionante trabajado de la presente administración pública en Guaymas, emanada bajo extrañas circunstancias de Acción Nacional, es absolutamente normal que la disputa por la candidatura priísta a la alcaldía guaymense empiece a ponerse más interesante. Al PRI le están abriendo de par en par las puertas para ganar el proceso electoral del año próximo.
Sin embargo, lo que le urge al tricolor en estos momentos es restablecer el orden, puesto que tras la tragedia electoral de 2009, en el comité municipal se sigue respirando un ambiente de abandono, de desinterés, de nulo trabajo. Ni siquiera los cambios de dirigencia a nivel estatal han logrado mover a las centrales priístas, y las organizaciones juveniles y femeniles siguen aletargadas.
Es extraño esto, puesto que la opinión pública, en estos momentos, lamenta más el tipo de trabajo que se hace desde la administración pública, y está susceptible en estos momentos de buscar de nuevo la alternancia en el poder. El PAN difícilmente repetirá triunfo en Guaymas, menos todavía cuando la militancia parece estar “echada”, dejando la toma de decisiones en Palacio Municipal.
Además, con un PRD perdido en sus propias broncas internas, y con partidos políticos pequeños que no definen su rumbo, el PRI debiera estar metido al cien por ciento en estos momentos en la reconstrucción de su partido, y en el reinicio de los trabajos propios para aparecer como una auténtica opción en las elecciones que se avecinan. No pueden en estos momentos “dormirse en sus laureles”.
Si bien es cierto que en estos momentos son sólo dos los que se pueden considerar los mejores prospectos para el 2012, en este caso Otto Claussen Iberri y José Luis Marcos León Perea, para que el partido pueda ofrecer seriedad y confianza al momento de presentar a su candidato oficial, necesita una operación reconstructiva urgente, y en este caso, la definición de su nuevo dirigente es elemental. Mientras las cosas sigan como están, en el partido nada puede tomarse en serio.
Es cierto, luego de la debacle que en términos generales se dio en Sonora hace casi dos años ya, hubo una desbandada impresionante, que aún la reestructuración a nivel estatal no ha podido restablecer. Que se han hecho intentos, sí. Pero la sombra de algunos de los que más daño le hicieron al partido y que quieren seguir conservando el poder a costa de lo que sea, sigue inhibiendo la reintegración de mucha gente, sobre todo aquella que resultó gravemente perjudicada por las actitudes caciquiles de los que se fueron.
La reconstrucción del PRI no debe circunscribirse a un evento muy participativo en una toma de protesta y ya. Tampoco debe considerarse que por que aquello fue un éxito, han vuelto ya a la senda de la victoria y que ya son invencibles de nuevo. Creo que la lección que se dio en 2009 debiera ser suficiente para pensar distinto, pero todo indica que no es así.
El trabajo tiene que iniciar de inmediato. De otra forma, Guaymas podría presentar, el primero domingo de julio de 2012, los peores niveles de abstencionismo de su historia. Aquí en Guaymas, el desconsuelo, la frustración y la desilusión han arrojado el ánimo electoral a niveles bajísimos. Si en estos momentos hubiera un proceso electoral, la participación de los electores sería dramática.Y si los partidos políticos no aprovechan esa coyuntura, debemos irnos preparando para un juego electoral que podría pasar desapercibido.
Y en este contexto, es bueno sugerir tanto a Claussen Iberri como a León Perea, que sean ellos los que “piquen las costillas” a quienes están obligados a poner orden en el PRI-Guaymas. Cualquiera de los dos que sea el candidato oficial del partido va a necesitar de la gente priísta. No le convendría, a quien quede, ser aspirante de un partido que vive la situación actual. Ambos pueden ser factor elemental para que las cosas cambien.