martes, 18 de octubre de 2016

Como bien se preguntó un analista político sonorense, y a propósito de la búsqueda por parte de la justicia del ex Gobernador sonorense Guillermo Padrés Elías en 190 países, ¿realmente habrá valido la pena para él y sus compinches todo lo que hicieron?
El columnista del cuento hacía en días pasados una serie de reflexiones sobre los pensamientos actuales que pueden tener todos aquellos que, al amparo de la impunidad, incurrieron en hechos que seguramente sabían que eran irregulares, pero la ambición por aumentar sus cuentas bancarias los llevó a caer en un juego que hoy los tiene en una situación vergonzosa, realmente ignominiosa.
Unos están en la cárcel, otros están siendo requeridos por las autoridades, y el principal actor de la novela, presuntamente al lado de su familia, anda literalmente “a salto de mata” como un delincuente común, escondiéndose sabrá Dios dónde, pero tratando de no ser ubicado, bajo la certeza de que podría ser capturado en medio de un aparatoso operativo e ir a parar a una celda, donde corresponde, pues, a quienes atentan contra la ley.
Al parecer, las pruebas de las raterías cometidas por el ex jefe del ejecutivo sonorense se han acumulado de tal forma que hoy es de elemental importancia mantenerlo encerrado, y en ese sentido, la PGR ha solicitado el apoyo en general para ubicarlo y entregarlo a las autoridades. La interpol ha emitido la clásica “ficha roja”, que se asigna a aquellos delincuentes peligrosos que ameritan ser arrestados y responder ante la justicia por los delitos cometidos. Hoy Padrés Elías está en esa penosa situación.
Qué vergüenza. Y qué vergüenza no solamente para este hombre que como reyezuelo que se sintió nunca pensó que sus trapacerías tendrían una respuesta de la justicia. Qué vergüenza también para los sonorenses, que durante seis años tuvimos a un auténtico maleante gobernando, a un hombre cuya soberbia no alcanzó a advertir que sus acciones no podían quedar impunes. 
Porque la justicia política podrá exculparlo de todo, trayendo como consecuencia que los jueces sean benignos con él y sólo lo castiguen con la clásica y cómplice inhabilitación para ocupar cargos públicos. Pero la justicia popular ya no va a olvidar los agravios sufridos, y donde se le vea, donde ande caminando, tratando de llevar una vida normal, ya no podrá quitarse jamás la imagen de ladrón. Cualquier sonorense común podrá señalarlo con índice de fuego.
Y cabe observar en este mismo intento de reflexión, que si la misma dirigencia nacional del PAN ha bajado la cabeza con vergüenza ante este caso, ningún sentido tiene que haya quienes todavía lo quieran defender, aduciendo que todo es consecuencia de una venganza política. Ya sobra. Ese recurso ya está demasiado manoseado como para seguir permitiendo que rateros disfrazados de políticos sigan amparándose a una complicidad repugnante e indigna. La justicia debe empezar a aplicarse para poder emprender un nuevo camino hacia la limpieza en las instancias de gobierno.
Quizá pronto haya noticias sobre el paradero de Padrés Elías. Es probable que en muy breve tiempo se esté difundiendo la captura de quien, tras enfermarse de poder y soberbia, no quiso advertir que aquella justicia que él hipócritamente exigía para los políticos ladrones, se le iba a revertir tan pronto.

Hoy, Guillermo Padrés Elías, es un prófugo de la justicia.