Soy de los convencidos de que, si bien el gobierno tiene la obligación de responder a las exigencias del pueblo que cumple cabalmente con sus contribuciones, los ciudadanos comunes también podemos hacer mucho --quizá muchísimo más-- para cambiar aspectos citadinos. Encerrarnos en ese círculo vicioso de la crítica constante, mordaz y a veces hiriente sin disponibilidad de colaborar, no nos coloca en el camino de una mejor estabilidad.