No es cuestión de malinchismos ni nada por el estilo. Simple y llanamente tenemos que aceptar que, como sociedad, seguimos con un retraso muy marcado en comparación con otros países, y para no ir tan lejos, con los Estados Unidos.
Los viajes a la Unión Americana provocan dos efectos: ilustran y dan envidia. Ilustran, porque aparte de que vas y conoces otras culturas, te das cuenta de que en realidad no es ciencia ficción considerar la posibilidad de aplicar la Ley, las normas y reglamentos que rigen en ciudades, municipios y estados. Y da envidia porque nosotros, teniendo principios legales que podrían llevarnos a ser mejores como sociedad, vivimos aferrados a ignorarlos.
Hacer comparaciones es odioso. Pero… ¿cómo no hacerlas cuando apenas cruzando la frontera te encuentras con una realidad que te golpea en la frente? Es increíble cómo a unos metros de la línea divisoria con los Estados Unidos, ya te encuentras con personas que con mirada inquisidora, empiezan a pedirte dinero como si tuvieras la absoluta obligación de entregárselos.
En EUA es darte un ticket (aplicar una multa) por conducir sin el cinturón de seguridad. Inclusive los pasajeros (copiloto y de los asientos posteriores) son sancionados si no llevan colocado su cinturón. Aquí, a unos días de haberse aplicado (no me explico esto, puesto que ya hace tiempo que está ordenado en el reglamento municipal) la obligación de colocarse el cinturón, de diez personas que manejamos solo una lo lleva puesto, y porque ya tiene la costumbre de hacerlo. Los demás, nos pitorreamos de Tránsito Municipal.
Allá la gente debe cruzar por las áreas indicadas, y si una persona lo hace indebidamente, un policía le levanta la correspondiente boleta. Aquí, se colocó un indicador en la avenida Serdán, entre calles 19 y 20, prohibiendo el cruce peatonal. Eso bastó para que ahora sea más la gente que se atraviesa y que inclusive casi se llevando de paso el indicador de marras. Los agentes de Tránsito se declararon derrotados y optaron por ya no decirle nada a los maleducados transeúntes, quienes no pocas veces les mentaron la madre por llamarles la atención.
Al otro lado de nuestra frontera, la dirección escolar se comunica de inmediato a la casa del alumno que no asistió a clases, preguntan cuáles son las razones de su inasistencia, y si es por desatención de los padres, éstos van a la corte acusados por el maestro(a) por la irresponsabilidad mostrada. Aquí, pobre del maestro que se atreva a hacer alguna advertencia a un padre sobre el comportamiento de su hijo. Si bien le va, de una maltratada no se salva. Hay otros que los exhiben en las estaciones de radio y hasta los golpean. La educación de los hijos pasa entonces a estar en manos de nadie.
Un agente policiaco, en Estados Unidos, gana un mínimo de hasta 3 mil dólares al mes (unos 35 mil pesos mexicanos), con preparación precisa y suficiente para discernir entre un ciudadano pacífico y un delincuente. Los niveles de corrupción son mínimos. En México, un policía gana hasta menos de 3 mil pesos mensuales, y su única preparación es el a veces muy limitado criterio que lo lleva a agarrar a punta de garrotazos a alguien que se le “afiguró” que podría ser delincuente. La corrupción policiaca aquí llega a niveles extremadamente impresionantes, además de descarados. El dinero que ganan los obliga a “bajar” a quien se le ponga enfrente, y aunque no es una justificación, puede hasta llegar a ser razonable. Ni modo, así es.
Le repito: hacer comparaciones es absolutamente odioso. Pero es que da tristeza, impotencia y coraje, darnos cuenta de que, teniendo en nuestras normas públicas todo para comportarnos quizá hasta mejor que los estadounidenses, sigamos siendo un pueblo ignorante, inculto e irracional, que en ocasiones (en ocasiones, dije) vemos la correcta aplicación de la Ley como una agresión impositiva y abusiva, y corremos a las mal llamadas “comisión de derechos humanos” para exigir, paradójicamente, un justo castigo en contra del policía que osó hacer abuso de autoridad, aún cuando aquel haya hecho lo correcto.
Ahorita una mentada de madre a un elementos policiaco es cosa común. Y aunque muchos de ellos en ocasiones se lo merecen (total, son parte del pueblo inculto también), si tú o yo le faltamos al respeto a un policía “gringo”, te sale barato si sólo te llevan detenido y te presentan ante la corte aplicándote una sanción. Allá los policías no se andan con contemplaciones cuando se trata de imponerse ante quien altera el orden.
En fin, no quiero pecar de malinchista (cuántos lo estarán pensando así ya), pero repito que me da congoja darme cuenta de que no podemos avanzar porque seguimos aferrado a un sistema de vida que, lejos de permitirnos avanzar, cada día nos lleva más en retroceso.
De todas formas, que tenga buen día.