viernes, 3 de mayo de 2013

ABC: monumento a la impunidad


Hace algunos años, en un hecho que aún se considera insólito, Guaymas amanecía una mañana con una noticia terrible: una pareja había dado muerte a un pequeño, a quien después de golpear brutalmente trataron de incendiar su cuerpecito a la orilla de un cerro. Los culpables fueron la propia madre y el padrastro. Quizá algunos residentes de la colonia San Vicente recuerden este atroz suceso.
En los últimos meses, incluyendo algunos del año inmediato anterior, otros hechos similares conmocionaron a los sonorenses, algunos casos muy recientes. Parejas, particularmente de jóvenes drogadictos, que han asesinado a punta de golpes a pequeños, algunos aún bebés. En los meses más cercanos, pareciera que los hechos tienden a multiplicarse. El asunto se vuelve ya tema de discusión.
Cabe decir que, en todos estos casos, los culpables están ya en la cárcel. Algunos purgan ya una sentencia, como en el caso de la infernal pareja de Guaymas, y en otros están a la espera de que un juez les dicte su castigo. Se espera que se aplique todo el rigor de la ley, puesto que aparte de haberse cometido un asesinato, la infamia fue en contra de personitas inocentes e inofensivas.
Hechos que conmueven a Sonora y hasta apresuran la aplicación de la Ley, sobre todo porque se cometieron en el seno de familias regularmente de escasos recursos económicos. Y todo esto sucede mientras que los asesinos de 49 niños que murieron en un hecho sin precedentes en la historia del planeta se pasean libre y tranquilamente por las calles, disfrutando de los placeres que les da el tener el dinero suficiente (y de sobra) que les permite tapar la boca a cualquier juez que intente al menos voltear a verlos.
Jamás hubo demostración alguna de tanta corrupción, desfachatez y cinismo oficial. Jamás antes hubo tan brutal respuesta a quienes cuestionan la correcta aplicación de las leyes en nuestro país y en nuestro Estado. Quienes con su criminal descuido causaron la dolorosa muerte de 49 inocentes vidas en el incendio de la guardería ABC de Hermosillo, no serán ya molestados por los “limpios” impartidores de justicia, y uno de los asesinatos más trascendentes en la historia de Sonora pasará a los voluminosos libros de la impunidad.
Un hecho que permite ver la auténtica realidad de panistas y priístas que, desde el mismo gobierno, se encargan de demostrar que primero es la protección de los intereses políticos y económicos y después todo lo demás, aunque en ello quede implícita una mancha formada por la sangre de esos inocentes.
Los padres de esos pequeños y la inmensa mayoría de los sonorenses seguiremos pidiendo que se aplique correctamente la justicia. Las autoridades seguirán dejando pasar el tiempo hasta que esto quede sepultado en el olvido.
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Derivado de la manifestación de protesta de miembros de la comunidad gay, el tema de las agresiones a estas personas por parte de policías y funcionarios de gobierno, tanto municipal como estatal, se ha vuelto una polémica que amenaza con desbordarse. “El hilo se rompe por lo más delgado”, y en cualquier momento las cosas se van a complicar.
Para nadie es un secreto que agentes policiacos constantemente agreden verbal y hasta físicamente a personas que circulan por el Paralelo 38, a quienes hacen víctimas de extorsión, exigiéndoles dinero y en caso de no aceptar son inmediatamente “levantados” y encerrados bajo la acusación de “ejercer la prostitución en la vía pública”, algo que paradójicamente las mismas autoridades han permitido.
Ahora “entran al quite” funcionarios de Salud tanto del Municipio como estatales, quienes “se lanzan la bolita” en relación a los exámenes que se deben practicar a quienes se dedican al oficio más antiguo del mundo, y el asunto se vuelve discusión ya de nivel político. Pero nadie da respuestas a las exigencias de estas personas.
Cada quien tiene derecho a vivir su vida como mejor le parezca, y mientras no se trasgredan las leyes, nadie tiene derecho a entrometerse. En todo caso, son las mismas autoridades las que debieran resolver el problema del funcionamiento de tanto antro de vicio en el mero corazón de la ciudad, antes que seguirlo viendo como su “minita de oro”.