Prevenir es solucionar…
Protestas inútiles
En lo menos que podrían pensar
en estos momentos las autoridades de Guaymas y Empalme es en tener diferencias
por los graves síntomas de delincuencia que se respiran en ambos municipios. El
hecho de que con nuestros vecinos se ventilen más casos de ataques a mano
armada por gente del crimen organizado, no quiere decir que los guaymenses
podamos liberarnos tranquilamente de ese lesivo problema.
En tal sentido, lo elemental sería que tanto Héctor Moisés Laguna Torres como Otto Guillermo
Claussen Iberri se sentaran a dialogar, con las siglas partidistas olvidadas,
para juntos tratar de enderezar una mejor estrategia encaminada a inhibir en la
sociedad el auténtico origen de todo este desbarajuste : la adicción a
las drogas.
Que uno solicite el apoyo (que
se dará sólo en el diálogo) del Gobierno del Estado y que el otro busque la
manera de “blindar” el municipio para impedir la entrada de matones al Hospital
de Guaymas no garantiza a la sociedad que el problema sea realmente atacado.
Tenemos sobre nosotros una
situación realmente alarmante, pavorosa, que amenaza día a día -- sobre todo --
a nuestros jóvenes. La comercialización de las drogas se está haciendo con una
impunidad inconcebible, descarada, evidenciando los delincuentes un control
absoluto sobre las policías de los tres niveles, lo que da una idea clara de
que cualquier combate que se anuncie, por enérgico que sea, va a servir para
una sola cosa: para nada.
Es cierto, no corresponde a
los alcaldes atacar por sí solos el comercio de los enervantes, y hasta
podríamos justificarlos diciendo que son los menos cuestionables en el asunto
de los llamados “tiraderos”. Ese es un asunto que se maneja en otros niveles, y
a los presidentes municipales de todo el país, en su inmensa mayoría, se les
permite (así, se les permite) permanecer únicamente como espectadores de este
cáncer social. Algunos han optado por involucrarse, pero les ha ido bastante
mal.
Entonces bien, dejándose de
discursos vanos, y menos aún, relacionados con las diferencias ideológicas, los
alcaldes tienen que prevenir el problema, no esperar a que éste se agudice. En
los dos casos se comprometieron a velar por la seguridad de la ciudadanía, y si
no cuentan ni con los elementos y mucho menos con las armas para entrometerse
en un problema que no les corresponde, hay que empezar a trabajar con la sociedad
misma, meterse a una dinámica en la que a partir de la familia misma, el joven
pueda tener un camino más seguro en su desarrollo.
En la prevención está la
solución. Ni el Gobierno Federal y menos el estatal han entendido eso.
Aparentan contar con armamento impresionante y elementos “entregados” a servir
a México, pero todo eso es una descomunal mentira. A punta de bala lo único que
consiguen es enojar más a los narcos de peso, y que estos sigan convenciendo a
la juventud de que ellos son los auténticos héroes, a quienes hay que seguir
los pasos. Solo eso han conseguido con esta guerra tan fratricida como inútil.
A nivel Municipios, es de
elemental importancia involucrarse con la sociedad y desde ahí emprender un
trabajo tendiente a educar a los jóvenes, para que éstos realmente se vayan
blindando del ataque de la delincuencia y eludan, en su momento, la posibilidad
de irse por el camino equivocado. Ningún sentido tiene querer más tarde
meterlos a la cárcel o aniquilarlos a tiros.
Las cosas se tienen que hacer
a tiempo, y dejarse de pleitecitos absurdos.
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De la misma forma, y con el
debido respeto que me merecen, pero no creo que quienes ayer se integraron a
una pequeña marcha de protesta contra las reformas fiscales puedan conseguir
una buena respuesta para esa amenazante sombra que se advierte para el presente
año.
“Palo dado ni Dios lo quita”.
Todo intento de contrarrestar la Reforma Fiscal será inútil, y los auténticos
beneficios para el pueblo únicamente van a llegar cuando nuestros Congresos
estén integrados por gente que realmente esté identificada con las causas
populares, con personas cuyos sentimientos los lleven a aplicar medidas que
ayuden al jodido a salir adelante y no a hundirlo más.
Aquí no caben discursos
circenses como el de “vayan a privatizar a su puta madre”. Aquellos que se
dicen izquierdistas que pelean por el bienestar común, que empiecen exigiendo
que los diputados de sus partidos ganen el mismo salario que un empleado
maquilero, y dejen de estar “trabajando” únicamente para encaramarse a una futura
regiduría.