No sé si sea bueno o malo, pero me queda claro que en
Guaymas nos aferramos a nuestras ancestrales costumbres. El tema del día se
convierte siempre en un asunto de intensa polémica, y hasta que el caso termina
nos olvidamos de él para pasar al siguiente punto en la orden del día. Así nos
acostumbramos desde hace décadas, y evidentemente así habremos de seguir.
Y es que eso deriva del afanoso y permanente intento de
querer tener cada quien su razón e imponerse con la misma. En ocasiones hasta
divertido resulta el excesivo interés del guaymense en, no solamente opinar
aunque sea asunto ajeno, sino inclusive entrometerse en casos donde no hay nada
que hacer, y cuando menos se piensa, ya se está bien involucrado en un algo en lo
que previamente no había “vela en el entierro”.
Todavía recuerdo a aquella señora que, por la línea
telefónica, estando yo en cabina, me decía: “es que la madre no se ha dado
cuenta de que la niña anda con el fulano, pero ¿sabe una cosa?, yo se lo voy a
ir a decir”. Entre divertido y preocupado, le pregunté a la señora que si
conocía a los involucrados en el caso que me mencionaba, y me quedé pasmado
cuando me dijo que no sabía quiénes eran para que lo iba a averiguar. De ese
tamaño nuestra manera de pensar.
Sirva este preámbulo para referirme al asunto del
inminente carnaval de Guaymas, el cual de muy acuerdo a la costumbre de los
guaymenses, se ha convertido en un tema de apasionadísima polémica, y mucho
antes del inicio mismo de la fiesta, ya se ha calificado como la peor de la
historia. Las críticas, algunas excesivamente duras, están a la orden del día,
y hay quienes se atreven a decir que esto ya fue un fracaso… aunque todavía no
empiece.
Inmiscuido en varias ocasiones en la organización de este
tradicional evento, puedo asegurar que esto es y seguirá siendo así. Alguna
vez, alguien que siempre estuvo inmerso en esto me comentó: “no te preocupes
por las críticas, preocúpate cuando nadie critique”. Me sorprendió mucho su
opinión, pero lo entendí cuando complementó: “la crítica fuerte contra el
carnaval es también parte de la publicidad… entre más críticas, más asistentes”.
Y la verdad es que es cierto.
En los preparativos del carnaval hemos visto de todo.
Desde enfrentamientos a golpes entre familiares de candidatas, gritos
histéricos en ceremonias de coronación de gente que no ganó la corona, invasión
completa de las calles por donde se realiza el paseo de carros alegóricos y
comparsas, horas interminables de críticas fuertes en las estaciones de radio,
exigencia de que por expuestas razones el carnaval deba suspenderse, y hasta la
fecha, desde principios de los ochentas, el festejo nunca se ha suspendido, y
por el contrario, siempre está abarrotado de personas que desean aprovecharlo,
disfrutarlo y divertirse. Y en aquella ocasión se pospuso por cuestiones muy
bien justificadas.
Quizá Alfonso Uribe Corona no haya sido el mejor
prospecto para organizar el carnaval pero tampoco es el peor; alguien tenía y
tiene que seguirlo haciendo. Lo que pasa es que ahora le toca a él ser el
blanco de los cuestionamientos de los que “siempre tenemos la razón”. A Irma
Campillo la criticaron muy duro durante seis años, a José Antonio González “El
Chorizo” durante muchos más, al igual que a Lorena Acuña, Amadeo Acosta, y
todos aquellos que alguna vez estuvieron al frente del comité organizador. Y
nunca pasó nada. La fiesta continúa.
En lo particular, yo advierto que hay cosas que vale la
pena comentar. Por ejemplo, por vez primera se utilizará toda el área del
Malecón Turístico y se dejará en completa libertad el área de la Plaza de los
Tres Presidentes. Eso ya provocó la conmoción de quienes creen que el Palacio
Municipal no debe quedar fuera del área de carnaval. Consideran que es mejor
que la casa de gobierno quede invadida por puestos de vendimias y templetes
para grupos musicales.
Se anunció que el paseo de comparsas sería por la calle
20 y hacia el lado oriente de la ciudad. Alguien opinó ya que eso provocará un
terrible caos vial. O sea, es mejor seguir partiendo la ciudad en dos al
llevarlo por la avenida Serdán y calle 10. Dicho en otras palabras, hay que
seguir con el caos al que estamos acostumbrados. Aunque sea peor.
Los cambios siempre son positivos. Los resultados pueden
ser diferentes, pero el intento siempre será bueno. Por mi parte, yo esperaré a
que la fiesta concluya para dar una opinión sobre la misma. Mientras tanto,
creo que es bueno que le sigamos diciendo a la gente que se programa para
visitarnos en esas fechas, que vengan. Nuestro carnaval, de los más antiguos de
México, quizá será “de rancho” como dijo alguien por ahí, pero es un festejo
que en los últimos años ha garantizado diversión y seguridad. Lo demás, todo lo
demás, lo hacemos nosotros, los asistentes.
Buen día a todos.