Más que una embestida feroz en contra de un alcalde que, como Otto Guillermo Claussen Iberri, está tan vulnerable para ser cuestionado por su tarea como tal, creo que es más necesario hacer un análisis objetivo y serio sobre la situación que guarda nuestra ciudad y el Municipio en general después de dos años de gobierno de un hombre que, por más de una década, buscó esta posición que, al menos así lo suponíamos mucho, representaba para él una ambición personal más que una supuesta vocación de servicio.
De entrada, debemos entender que Otto requería de algo que le fortaleciera su imagen en tiempos en que está contemplando dejar la alcaldía para buscar la nominación por la diputación federal de este distrito. El único recurso para tratar de legitimarse era la presentación de un informe que de antemano sabía que no tendría un contenido rico en beneficios colectivos. Por eso ordenó que el recinto oficial, en este caso el auditorio de Guaymas, luciera retacado de gente. Hubo un excesivo acarreo, incluyendo personal de la Comuna que abandonaron sus oficinas para ir a atender las órdenes de hacer presencia física. De esa forma, los encargados de su imagen lo manejaron como un éxito.
El alcalde buscó destacar en todo momento las millonarias inversiones que se han hecho en obra pública, de manera muy exclusiva, en la pavimentación con concreto de calles y avenidas. Pero olvidó mencionar que mientras él se ayuda y ayuda a sus cercanos amigos al asignarles obras que les generan millones de pesos en utilidades personales, las calles del centro de la ciudad están hechas pedazos, con un deterioro tal que las vuelve prácticamente intransitables. Los “baches” hace tiempo que dejaron de serlo. Hoy son más que eso.
De hecho no hay mantenimiento para la ciudad. Si bien, insisto, hay calles recién pavimentadas, son muchas más las que están en mal estado y que por las noches se convierten en auténticos “hocicos de lobo” por la oscuridad reinante, consecuencia de la falta de alumbrado público, asunto éste que Otto se ha empecinado en encasquetar a la pasada administración pero sin mover un dedo para tratar de solucionarlo. El centro de Guaymas, y decenas de colonias, son la mejor muestra de que este tema quedó ya olvidado por la actual administración.
Esto resulta estimulante para que la delincuencia recobre fuerzas. En medio de la oscuridad es más fácil cometer robos de materiales que, otra vez, son vendidos en las chatarreras de Guaymas, negocios que habían sido clausurados tras detectarse que ahí se adquirían ilegalmente productos de robos, y que de nueva cuenta, de manera muy suspechosa, se vuelven a convertir en el destino final de los sacrificios de muchos ciudadanos que están muy agraviados por la terrible inseguridad que en ese aspecto vivimos en Guaymas. La policía preventiva ya no movió un dedo más para inhibir los intentos de robo. Antes bien parece que los estimula.
Y cómo no se va a estimular la delincuencia, si uno de los aspectos al que menos atención se le ha dado en esta administración ha sido a la promoción de los valores humanos. No existen programas específicos de prevención, de orientación, de apoyo psicológico, y la ausencia del Munícipe en eventos netamente culturales evidencia el nulo interés que el rubro le merece. En las colonias populares, como en los sectores económicamente privilegiados, la desintegración familiar, las adicciones y el desorden, forman parte de una forma de vida que nos denigra como sociedad en el más absoluto desprecio de una autoridad municipal que ve por su propio interés. Nada más.
Y cómo no pensarlo así, si para integrar su gabinete importó funcionarios públicos para los puestos más importantes del Municipio, quienes en medio de una absoluta insensibilidad derivada de su desconocimiento sobre los problemas de los guaymenses, son quienes toman las decisiones más importantes para el futuro de éstos, decisiones que al final a ellos no les perjudicarán, porque al concluir el trienio se irán de Guaymas con todo y su amigo alcalde, a quien desde ya le están eternamente agradecidos.
Así las cosas, no podemos entonces hablar bien de un evento que internamente se maneja como arrolladoramente exitoso, pero que ante los ojos de la opinión pública, fue un circo montado específicamente para impulsar electoralmente al alcalde con más aspiraciones políticas que interés en responder a su pueblo.
Y es con este tipo de farsas con las que pretende ganar otro proceso electoral.