La llegada de
Mónica Marín Martínez a la Presidencia Municipal sustituta de Guaymas, tiene varias lecturas. Depende también del criterio con que éstas se vean. En lo particular, sostengo lo que siempre he dicho: se trata de una mujer leal a sus principios, a sus convicciones, panista a carta cabal con una trayectoria que ya la quisieran muchos que se dicen verdaderos militantes de Acción Nacional.
Alguna vez uno de sus mamarrachos que operan siempre a la sombra de algún politiquillo local, comentó en los pasillos de Palacio Municipal que “el Víctor escribe puras pendejadas” cuando anoté en una de mis columnas que Mónica se perfilaba como un sólido prospecto a sustituir una eventual licencia de
César Adrián Lizárraga Hernández… nada que comentar sobre el hocicón ese.
El caso es que Mónica tiene ante sí la más extraordinaria oportunidad de su vida. Aquí no se trata únicamente se concluir un trabajo iniciado por su antecesor, y aunque llegó al cargo no precisamente por el voto popular sino por la decisión de un Ayuntamiento integrado por un cuerpo de regidores, Mónica sabe que del trabajo que desarrolle en estos siete meses dependerá su futuro político y personal. Ella acepta el reto. Sabe lo que hace y lo que quiere.
Lo he sostenido durante años y hoy lo reitero: Mónica es una mujer para quien la imagen personal es primero. Miembro de una familia forjada bajo la premisa del trabajo y la honestidad, no cometería la torpeza de echar por tierra en esos siete meses una estructura familiar construida durante muchísimas décadas por unos padres que se esmeraron en hacer buenos hijos, y lo lograron. Me consta.
De ahí que la comunidad guaymense debe estar tranquila en cuanto al trabajo que habrá de desarrollar la nueva Alcaldesa, quien dará mucho de qué hablar en todo el tiempo que resta a esta administración pública.
Los dimes y diretes van a seguir, obviamente. Guaymas tiene su forma de ser muy peculiar, y hay quienes consideran que hasta necesario es que existan siempre las voces de permanente protesta.
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En el PRI no hay vuelta de hoja: se tiene que elegir a los mejores candidatos para la ya inminente jornada electoral. Los más preparados, los más carismáticos, no solo los buenos candidatos sino las mejores perspectivas para los puestos de elección popular, los mejores en todo y por todo. Si no lo hacen así, la lucha podría ser infructuosa de aquí al primer domingo de julio.
Se deben dejar a un lado intereses de grupos para tratar de recuperar un prestigio que amenaza con derrumbarse definitivamente si hay empecinamiento en seguir “agarrados del chongo”. Mientras internamente no tomen acuerdos definitivos y continúe la fuga de militantes en la víspera del movimiento electoral, en el PRI seguirán construyendo su camino a la derrota.
Aún están a tiempo, todo es cuestión de que se sienten a platicar y se dejen de seguir alimentando unas diferencias que, de momento, parecen no tener remedio.
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Era de esperarse: empezaron los golpes bajos en contra de
Manuel Aguilar Juárez, el empresario pesquero cuya figura indudablemente se ha fortalecido bastante en los últimos meses, lo que es un indicativo claro de que lo ven como un potencial candidato a vencer en los comicios de julio próximo.
Desafortunadamente para quienes le endilgan calificativos muy alejados de su auténtica personalidad, la figura de Aguilar Juárez en estos momentos está ya en el ánimo de la comunidad guaymense, enterada como está del comportamiento que ha tenido como persona, como pilar fundamental de una familia y como empresario que favorece con fuentes de empleo a muchísima gente.
Muy bien hasta ahora la participación de Aguilar Juárez en la vida socio-política de Guaymas.
El Síndico Procurador de Empalme sustituirá a Javier Caraveo en la alcaldía
