Entratándose de conseguir votos para seguir sobreviviendo, algunos partidos políticos incurren en actos no solamente bochornosos sino vergonzosos, como esa vulgar práctica de nominar candidatos provenientes de otras organizaciones políticas, en un actitud que denota inseguridad, abuso, intereses oscuros y mil cosas más.
Cuando un partido político acepta “candidatear” a alguien que acaba de renunciar a otro, demuestra que no tiene confianza en si mismo. Saben que dentro de su militancia no cuentan con un solo elemento capaz de enderezar una campaña proselítica que les garantice al menos una participación decorosa en un proceso electoral. Eso es lo que demuestran los dirigentes partidistas con esa práctica.
Sin embargo, dentro de la militancia de esos mismos partidos, les avergüenza que sus dirigentes no tomen en cuenta a gente que tiene impregnada la doctrina, los principios políticos de la organización en la que militan, y quienes se sienten no sólo con la convicción, sino además con la capacidad para ir a buscar un cargo público, son ninguneados.
Los casos específicos son del PRD y del PT. Regularmente, tienen que recurrir a prófugos del PRI y del PAN para integrar sus propuestas de candidatos. Y en ello atropellan de manera arbitraria los derechos que otros tienen para participar en una contienda electoral. Les importa un cacahuate que haya militantes que se sienten muy sólidos en una inquietud política. Simplemente, les dan una patada en el trasero.
Aquí hay casos específicos. El más relevante es del de Marcos Ulloa Cadena, quien resentido porque en el PRI le impidieron llevar adelante su propósito de ser candidato a diputado federal, renunció y pidió asilo en Morena. Los dirigentes “izquierdistas” no la pensaron dos veces y, en una actitud a todas luces desesperada, le han dado la candidatura. La culpa finalmente no es de “El Cachorro”. Simplemente se dejó querer, y los otros se enamoraron de él.
Los izquierdistas de siempre, la gente que está empapada con la lucha que por muchos años han realizado los contras de la derecha, simplemente fueron desdeñados. Primero son los intereses políticos de los dirigentes de los partidos. Después todo lo demás. ¿Cómo se verán los izquierdistas de siempre apoyando con su voto a alguien que militó durante 30 años en un partido que ha sido centro constante de sus críticas? No me lo explico aún.
En el PT “no cantan mal las rancheras”. Hoy coquetean con la posibilidad de nominar al doctor José Luis Marcos León Perea como su candidato a alcalde si acaso en el PRI le juegan “chueco” al aún diputado federal y lo dejan sin la posibilidad de participar. Ya se lo propusieron, y aún cuando León Perea es militante priísta a cualquier prueba, los petistas están al pendiente de lo que suceda dentro del tricolor para insistir en su invitación. Y me pregunto: ¿entonces en el PT no existe ningún militante capacitado para buscar la alcaldía de Guaymas? ¿Así de pobre está la militancia?
Y si no hay trato con León Perea ya andan viendo la posibilidad de postular a Pedro Romano Terrazas, quien con sus espectaculares por todas partes está buscando angustiosamente a un partido que lo invite a participar, porque en el PRI simple y sencillamente ya le cerraron todas las puertas.
Hay algo que tenemos que entender. Los partidos políticos, demasiados según la opinión pública, pero muy poquitos de acuerdo a políticos flojonazos que sólo viven de ellos, trabajan de acuerdo a los intereses de sus dueños y dirigentes. Mienten aquellos que dicen que siguen al pie de la letra los estatutos que rigen a cada uno de esos organismos. Los oscuros y vergonzosos convenios que hacen con miembros de otros partidos los evidencian como convenencieros y acomodaticios.
El PT tiene que buscar en la militancia ajena a sus propios candidatos, porque esa es la única forma en que Jaime Moreno Berry puede seguir sobreviviendo gracias a los asquerosos beneficios que da la práctica política en nuestro país. El Partido Verde Ecologista tiene que hacer convenios con quien pueda, porque sólo así puede seguir echándose billetes a sus bolsillos su dirigente de papel, César Augusto Marcor, “El Cuate Sandía” (verde por fuera pero rojo por dentro).
Sus intereses no tienen nada que ver con al beneficio popular.
Ni modo, así es y así tenemos que entenderlo.
Cuando un partido político acepta “candidatear” a alguien que acaba de renunciar a otro, demuestra que no tiene confianza en si mismo. Saben que dentro de su militancia no cuentan con un solo elemento capaz de enderezar una campaña proselítica que les garantice al menos una participación decorosa en un proceso electoral. Eso es lo que demuestran los dirigentes partidistas con esa práctica.
Sin embargo, dentro de la militancia de esos mismos partidos, les avergüenza que sus dirigentes no tomen en cuenta a gente que tiene impregnada la doctrina, los principios políticos de la organización en la que militan, y quienes se sienten no sólo con la convicción, sino además con la capacidad para ir a buscar un cargo público, son ninguneados.
Los casos específicos son del PRD y del PT. Regularmente, tienen que recurrir a prófugos del PRI y del PAN para integrar sus propuestas de candidatos. Y en ello atropellan de manera arbitraria los derechos que otros tienen para participar en una contienda electoral. Les importa un cacahuate que haya militantes que se sienten muy sólidos en una inquietud política. Simplemente, les dan una patada en el trasero.
Aquí hay casos específicos. El más relevante es del de Marcos Ulloa Cadena, quien resentido porque en el PRI le impidieron llevar adelante su propósito de ser candidato a diputado federal, renunció y pidió asilo en Morena. Los dirigentes “izquierdistas” no la pensaron dos veces y, en una actitud a todas luces desesperada, le han dado la candidatura. La culpa finalmente no es de “El Cachorro”. Simplemente se dejó querer, y los otros se enamoraron de él.
Los izquierdistas de siempre, la gente que está empapada con la lucha que por muchos años han realizado los contras de la derecha, simplemente fueron desdeñados. Primero son los intereses políticos de los dirigentes de los partidos. Después todo lo demás. ¿Cómo se verán los izquierdistas de siempre apoyando con su voto a alguien que militó durante 30 años en un partido que ha sido centro constante de sus críticas? No me lo explico aún.
En el PT “no cantan mal las rancheras”. Hoy coquetean con la posibilidad de nominar al doctor José Luis Marcos León Perea como su candidato a alcalde si acaso en el PRI le juegan “chueco” al aún diputado federal y lo dejan sin la posibilidad de participar. Ya se lo propusieron, y aún cuando León Perea es militante priísta a cualquier prueba, los petistas están al pendiente de lo que suceda dentro del tricolor para insistir en su invitación. Y me pregunto: ¿entonces en el PT no existe ningún militante capacitado para buscar la alcaldía de Guaymas? ¿Así de pobre está la militancia?
Y si no hay trato con León Perea ya andan viendo la posibilidad de postular a Pedro Romano Terrazas, quien con sus espectaculares por todas partes está buscando angustiosamente a un partido que lo invite a participar, porque en el PRI simple y sencillamente ya le cerraron todas las puertas.
Hay algo que tenemos que entender. Los partidos políticos, demasiados según la opinión pública, pero muy poquitos de acuerdo a políticos flojonazos que sólo viven de ellos, trabajan de acuerdo a los intereses de sus dueños y dirigentes. Mienten aquellos que dicen que siguen al pie de la letra los estatutos que rigen a cada uno de esos organismos. Los oscuros y vergonzosos convenios que hacen con miembros de otros partidos los evidencian como convenencieros y acomodaticios.
El PT tiene que buscar en la militancia ajena a sus propios candidatos, porque esa es la única forma en que Jaime Moreno Berry puede seguir sobreviviendo gracias a los asquerosos beneficios que da la práctica política en nuestro país. El Partido Verde Ecologista tiene que hacer convenios con quien pueda, porque sólo así puede seguir echándose billetes a sus bolsillos su dirigente de papel, César Augusto Marcor, “El Cuate Sandía” (verde por fuera pero rojo por dentro).
Sus intereses no tienen nada que ver con al beneficio popular.
Ni modo, así es y así tenemos que entenderlo.