Sólo cuando una tragedia
resulta de los ataques de bullying en las instituciones educativas, es cuando
el tema vuelve a cobrar fuerza en la opinión pública. Mientras las víctimas
permanecen silenciosas nadie se acuerda del espectro siniestro que recorre todas
las escuelas, como una callada amenaza de lo que puede suceder en cualquier
momento, como ha ocurrido ya en lamentables ocasiones y con resultados incluso
fatales.
Por desgracia también, todos
nos hemos convertido en cómplices de este grave problema social. Veamos si no:
son culpables los padres cuyos hijos practican el abuso constante contra
personas más débiles tanto en lo físico como en lo emocional. Regularmente,
estos padres “responsables” justifican las actitudes abusivas de sus chamacos,
llegando al extremo de decir que no pueden hacer nada por controlarlos. Pero
son los primeros en “poner el grito en el cielo” cuando la víctima finalmente
reacciona y les cobra las facturas. Hasta entonces se acuerdan que tienen un
hijo o una hija.
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