jueves, 20 de enero de 2011

César... la decepción

Quien traiciona sus propios principios, muy fácilmente traiciona a quienes están a su alrededor.
En varias ocasiones he comentado, aquí mismo, que estoy reacio a aceptar que me equivoqué en los conceptos que venía manejando sobre el alcalde César Adrián Lizárraga Hernández. Desde que lo conocí, luego a lo largo de su campaña de proselitismo y todavía en sus primeros meses como alcalde, lo ubiqué siempre como un muchacho con excelentes intenciones de ayudar a los guaymenses a superar gran parte de sus problemas.
Un amigo, muy cercano, colega periodista, me insistía: “no te confíes, es político, y en consecuencia, es traidor”. Sin embargo, yo le insistía en que el precoz político era buena persona. Llegué inclusive a molestarme con él, le dije que no podía ser tan drástico con un muchacho que venía con la noble intención de hacer una administración honesta, distinta, productiva. Que le diera tiempo de demostrarlo. Lo defendía, pues.
El tiempo le dio, lamentablemente, la razón a mi amigo. César ha hecho absolutamente todo lo posible (y también lo imposible) para mostrarse como un completo traidor. Traicionó a Guillermo Padrés Elías, quien le brindó toda su confianza y prácticamente lo llevó a ser presidente municipal con el impresionante poder de convocatoria que tiene el hoy Gobernador de Sonora. ¿Alguien lo duda? Cuestión de ver la fotografía que se tomó con Manlio Fabio Beltrones Rivera, el poderoso senador priísta. César fue y le besó las manos, olvidándose de la lealtad hacia Padrés.
Traicionó a la gente que lo acompañó en campaña, ofreciéndole toda su confianza, creyendo que cumpliría todo lo que sus “principios” mostraban. Hoy, gente como Carlos Martín Dueñas Rivera, Tesorero Municipal, están totalmente decepcionados del César alcalde. A éste último, ahora lo menciona como “ese cabrón”. (No lo niegues, César, así lo dijiste en mi presencia, diciendo que él fue quien te traicionó después de que fuiste tú el que le pidió que te acompañara en esta aventura)
Traiciona a gente como el Director de Seguridad Pública, Librado Navarro Jiménez, a quien le pidió de favor que le ayudara en esa delicada encomienda. En el pleito que éste tuvo con Alonso Arriola Escutia, el alcalde le dijo “te saliste, Librado”, dándole toda la razón al omni-prepotente Secretario del Ayuntamiento, quien repartió ilegalmente permisos para la venta de explosivos peligrosos ignorando olímpicamente al responsable de la seguridad de los guaymenses.
Hoy es cuestión de ubicar al relevo de Librado para que éste salga de la administración porque así son los deseos del “hombre de confianza” de César. Y éste sumisamente se pliega a lo que el Secretario diga. Claro, éste está recibiendo carretadas de billetes a través de las obras que están ejecutando por parte de compañías constructoras tanto de su propiedad como de amigos muy muy íntimos. Y obviamente, el “pastel” no es solamente para el aspirante a candidato a alcalde.
Por esto último, el alcalde traicionó también a la comunidad guaymense, muy particularmente a los que le dimos nuestro voto. Porque creímos que su pensamiento era limpio, que su propósito era dar a Guaymas beneficios propios para la colectividad. Hoy empiezo a creer que fue cierto el rumor que indicaba que el alcalde habría dicho “me conformo con salir con cien millones de pesos en el bolsillo cuando termine esto”.
No se cansa de traicionar a la gente que confió en él, y ahí está el caso del joven Coordinador del Instituto de la Juventud, Paul Alán Petriz Ramírez, a quien acaba de despedir sin darle siquiera una explicación de su salida. El intenso trabajo que este muchacho estaba desarrollando se fue al cesto de la basura. Por eso es importante que la gente de algunas dependencias, en las cuales fueron ocupadas por habersela “partido” en la campaña, “pongan sus barbas a remojar”.
Traicionó la confianza que depositaron en él una pareja de adultos mayores, a quienes su actual socio en la compañía “Alsan”, un español cuyo nombre de momento no recuerdo, les birló 450 mil pesos que pagaron por una residencia. Debidamente enterado del asunto, César se “enojó” con su socio y prometió que lo obligaría a entregar las escrituras de la casa. Al presidente “se le olvidó” el compromiso que hizo y simplemente se hizo “de la vista gorda”. Con su silencio, se volvió cómplice del empresario extranjero, con quien mantiene la misma relación en sociedad.
Y con el control totalmente perdido, ahora arremete contra todos aquellos que han tenido el atrevimiento de criticarle su inmadura incursión en la política. Cuestión de escucharlo cada vez que se refiere a los comunicadores que han opinado de las irregularidades que muestra su administración. ¡Si supieran mis amigos y amigas locutoras la forma en que César se expresa de ellos! Un arrabalero palidecería de pena al escucharlo hablar.
Finalmente, sin embargo, tengo que reconocer que todo lo que está pasando es culpa de quienes le brindamos nuestra confianza. Si hubiéramos advertido a tiempo. Lástima que el “hubiera” no existe.
Y la historia continúa…