Aquí
en Sonora, en un lugar muy atractivo conocido como Golfo de Santa Clara, Karina
Medina Saldaña, de 33 años, proveniente de Arizona, paseaba con su pequeño hijo
en un “cuatriciclo”. Quizá era mucha la velocidad que le imprimió al liviano
vehículo, el caso es que de repente perdió el control de los manubrios, invadió
carril contrario de circulación y chocó de frente con un vehículo. Tanto su
hijo como ella dejaron de existir.
En
toda temporada vacacional, se vuelve común, y a veces con inusitada frecuencia,
el uso de los cuatriciclos o cuatrimotos, como se llamen los vehículos esos que
muchas personas, particularmente gente joven, manejan de manera temeraria. Hay
gente que prefiere hacerlo a la orilla de la playa pasando peligrosamente por
donde se encuentran muchos vacacionistas disfrutando de un descanso.
Por
estas fechas de Semana Santa es cuando se acrecienta el uso de estos aparatos,
y los accidentes se dejan venir en cascada. Lo de Karina llegó a extremos
dramáticos, porque acabó con su vida y la de su hijo. Quizá en vida ella pensó,
como muchísimas personas, que no pasa nada si se mete velocidad a su vehículo.
Nunca imaginó, como no lo imagina tampoco la gente que conduce estos aparatos,
que sería la última vez que circularía de esa forma.
La
estadística en torno a este tipo de percances no sería tan difícil reducirla si
las autoridades fueran enérgicas tanto con quienes rentan como quienes conducen
dichas unidades. Sin embargo, la tolerancia que muestran permite que personas
irresponsables manejen sin control ni precaución poniendo en grave riesgo, ya
no sólo sus vidas, sino las de otras personas que lo único que buscan en un
paseo a la playa es esparcimiento, tranquilidad.
En
estos días de asueto, alguien debe cortar por lo sano con esta riesgosa
práctica. Empezar a recoger cuatrimotos sería el primer paso para tratar, al
menos, de hacer entender a la gente que su imprudencia vayan y la manifiesten
de otra manera, y no poniendo en riesgo la integridad de los demás.