viernes, 31 de mayo de 2013

Crece delincuencia común...

Lo que ocurrió en la casa de Enrique Galarza, en el Bulevar Pedro G. Moreno, no es ninguna novedad para los residentes de ese populoso sector de la ciudad. Desde hace tiempo, los delincuentes han hecho ahí de las suyas a diestra y siniestra, en medio de una impunidad inconcebible, porque ¡aunque usted no lo crea! algunos de ellos ya cayeron y… ¿sabe qué? andan libres, paseando tranquilamente y con sus prácticas habituales.
Le voy a platicar: Hace algunos años residí por espacio de casi siete frente a la casa del señor Galarza. Ahí me tocó ser víctima, a plena luz del día, de la actuación de un delincuente acompañado de dos menores. Con lujo de violencia cometieron un robo, que sin embargo, fue resuelto en sólo un par de días por la entonces Policía Judicial del Estado.  Capturaron al responsable y el asunto quedó aclarado.
Sin embargo, ese sector, que incluye la calle 10, el Bulevar Pedro G. Moreno, la calle 2, avenida 2, todo en el inicio de la colonia San Vicente, desde tiempo atrás vive asolado por la delincuencia. Y no crea usted que esto es sólo para robar. En la misma calzada, residía un hombre muy bueno, sólo con su hermana y una sobrina, un tipo que gustaba de conversar con los vecinos, de mucha nobleza y muy servicial, siempre muy atento.
Un día un grupo de bestias humanas se metieron a su casa. Su propósito era robar, pero ya dentro, abusando de su juventud y superioridad física, lo golpearon brutal y salvajemente. Tras cometer el robo se largaron dejándolo muy mal herido. Desde entonces, Elco fue decayendo hasta que falleció. Los responsables de todo eso jamás fueron ubicados por la policía y el caso quedó en la más absoluta impunidad.
Una vecina de él fue visitada también por delincuentes. Señora de la tercera edad, fue golpeada también por los sujetos, seguramente influenciados por su adicción a las drogas. Con la más triste impotencia del mundo la mujer literalmente fue testigo del actuar impune de los ladrones. Y para darle el tiro de gracia, posteriormente el carro de sus hijas y el de un matrimonio vecino, fueron robados.
Los vehículos de una familia que vive poco más hacia arriba, ya son blanco acostumbrado de los “ratas”. Recientemente, abrieron un vehículo con lujo de violencia, se llevaron varias cosas, y entre éstas tarjetas de crédito. Lea bien esto. Las cámaras de una tienda de autoservicio, captaron el momento en que una mujer entró a comprar con una tarjeta de crédito en par de ocasiones. Un sujeto la esperaba afuera. La tarjeta era del dueño del vehículo.
Con esa información, la policía capturó al par de delincuentes. Su apariencia no dejó lugar a dudas del tipo de vida que llevan. Confesaron quién fue el autor del robo en el vehículo. Dieron “santos, pelos y señales” del bandido. Otra razón llevó a la captura del sujeto responsable del hecho. Lo liberaron minutos antes de que se le identificara como tal. Y a los otros dos, los soltaron también “por no haber elementos suficientes en su contra”. ¡Insólito!
Los vecinos de todo ese sector viven en constante zozobra. Han reforzado sus rejas, sus medidas de seguridad han aumentado. Sin embargo, vemos que esto no ha rendido mucho resultado. Al señor Galarza lo escuché esta mañana en un programa de radio. Lo sentí desalentado, como queriendo ya olvidarse del asunto, tomando en cuenta que, seguramente, será un caso más que quedará en el olvido y la impunidad. Así son las cosas en Guaymas.
El excesivo consumo de drogas, el delito que a diario se comete en las llamadas “chatarreras” (comprar cosas robadas es un delito) y la poca efectividad en la prevención de la delincuencia, es lo que está provocando todo este problema.
Lo de Enrique Galarza es un caso más.                                                                                                      

Mañana estaremos platicando de otro… y de otros.