Fue en la alborada de los noventas cuando Guaymas tuvo lo que algunos llaman un “despertar” socio-político, y a partir de ahí, nuestra ciudad ha vivido sistemáticamente convulsionada por los enfrentamientos de las diversas corrientes ideológicas, de tal forma que hoy en día seguimos enfrascados en ese ambiente de rivalidad política, de cuestionamientos severos por el actuar de los contarios, naturalmente que todo esto sin el auto análisis que seguramente nos haría cambiar un poco de forma de pensar.
Es decir, un despertar que no fue precisamente para mejorar las condiciones de los guaymenses, sino para marcar un nuevo estilo de vida en el que si no hay enfrentamientos paradójicamente no podemos vivir tranquilos. Vivimos hoy en día una etapa lamentable dentro de estos últimos 30 años, en la cual nuestra ciudad muestra un abandono deplorable, y sin embargo de nueva cuenta nos aprestamos a seguir hundidos en el pleito político, al costo de lo que sea.
Recordar los enfrentamientos de Florentino López Tapia con el PARM, de Edmundo Chávez Méndez con los perredistas de Sara Valle Dessens que le quitaron el poder al PRI, el ataque despiadado del gobierno estatal priísta que arrebató a los guaymenses el gobierno “sarista” que habían elegido y el largo etcétera, podría ser ya parte de una historia. Pero resulta que esta se mantiene viva cuando advertimos que en Guaymas la madurez difícilmente habrá de llegar.
Los panistas no aceptarán que la corrupción de César Lizárraga Hernández aniquiló la estabilidad administrativa, y los del PRI seguirán gritando que ellos tienen la razón en todo. La oposición de ambos partidos seguirá aferrada a exigir buenos gobiernos cuando ellos tampoco lo hicieron en su oportunidad, y en términos generales, los partidos políticos involucrados seguirán “levantando su voz” para demostrar que es su política la que más conviene a los ciudadanos.
Yo le preguntaría a cada uno de esos actores políticos: ¿ya voltearon a ver las condiciones en que se encuentra Guaymas? ¿Ya se dieron cuenta de todos los problemas que tiene la ciudadanía con la basura, con las calles en mal estado, con la falta de alumbrado público, con los graves síntomas de inseguridad proliferando en el mismo corazón de la ciudad, con la pésima educación de jovencitos que adquieren todos los conocimientos delictivos habidos y por haber y la facilidad con que se desunen las familias?
¿Cómo es posible que sigamos dándole más importancia a los intereses de grupos políticos que a las condiciones en que vivimos los guaymenses? ¿Qué de plano no existe un mínimo de capacidad para entender que hay que superar todas esas pendejadas y ponernos a trabajar en la reconstrucción de nuestro Guaymas, al que todos le decimos “orgullosamente” querido?
Es por demás esperar que Guaymas cambie con esta administración, ni con la que viene ni tampoco la posterior. Aquí resulta más interesante estar al pendiente de los errores incipientes del nuevo alcalde que en agarrar la escoba y ponerse a barrer la banqueta. Es más atractivo ir a hacer un desmadre bloqueando calles y gritar consignas que en ir a disfrutar de un paseo relajador con la familia. Mejor enseñamos a nuestros hijos a ser “buenos ciudadanos” aprendiendo a “no dejarse” y mostrarles que con gritos e insultos es como se puede vivir mejor.
Si cada uno de nosotros se dedicara en cuerpo y alma a cumplir los compromisos personales que tenemos y dejáramos de fijarnos un poco en los demás, las cosas serían distintas. Yo no digo que reprochar los errores gubernamentales sea malo, pero hasta para eso hay formas, y creo que son mejores las legales que las escandalosas. Sí, hay que cuestionar, hay que criticar, hay que exigir, pero hay que hacerlo con actitudes que nos ofrezcan perspectivas, y no con las que nos sigan denigrando como sociedad.
¿Será que seguimos en pañales?