Nadie que pertenezca a una autoridad tiene derecho a
equivocarse. El ser funcionario público es una responsabilidad que debe
atenderse con la entrega necesaria para hacer un buen trabajo. En esto no cabe
la justificación a pifias, o los llamados errores involuntarios que equivocan
el rumbo que debe llevar una dependencia gubernamental. Y resulta peor cuando
esos errores se comenten al calor de cuestiones personales.
No soy abogado ni pretendo entrar a una discusión en la
que con argumentos legales fácilmente podría salir perdiendo, pero no creo que
sea necesario saber tanto como para suponer que el Contralor Héctor Hernández
García está dejándose llevar por sus impulsos personales en el caso que se
lleva en relación a las irregularidades que se cometieron en la administración
del tristemente célebre César Adrián Lizárraga Hernández.
Con sus actitudes de muchacho berrinchudo, Hernández García
ya demostró incapacidad para ostentar el cargo tan delicado que tiene. Se hace
de cuenta que se ve al clásico niño que dice “los juguetes son míos y vamos a
jugar como yo diga o no jugamos”. Y esa actitud es lo que ha provocado que el
ex alcalde vaya y se burle de él en sus propias narices. La arrogancia y el
cinismo de César no conoce límites, y con su enemigo panista se da vuelo.
Desafortunadamente, para los guaymenses, este asunto “pinta”
para salir provechoso para el ex alcalde. Con irregularidades cometidas en su
mañoso manejo financiero como Presidente Municipal, bien sustentadas algunas de
ellas y otras que son suposiciones derivadas de evidencias, César va y se
pitorrea de la ignorancia del Contralor, a quien mira con su clásica sonrisa
burlesca mientras el otro se enreda en sus propios desconciertos. Un
espectáculo deprimente para un asunto tan delicado.
Los guaymenses no merecemos esto. Lo que César hizo
debiera merecer, al menos, una inhabilitación para ocupar un cargo público. Tan
sólo el hecho de haber vendido terrenos de manera irregular debiera ser más que
suficiente para que hubiera una sanción en su contra, y el “angelito” fue
premiado -- y protegido -- con un puesto en el Gobierno del Estado. Eso es una
cachetada para quienes están inconformes con la deprimente actuación que tuvo
como alcalde.
Y por otro lado, un Contralor que se enreda sólo en su
presunto conocimiento de las leyes, pero que permite que vayan y se diviertan
con él porque las cosas no se hacen como él ordena… aunque sean errores.
No sé en qué va a terminar este circo tan barato.
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Hasta Hermosillo mis mejores deseos de una pronta
recuperación del arquitecto Pedro García Valdés, quien se encuentra
convaleciente de un delicado problema de salud que se presentó en días pasados,
lo que ha provocado su hospitalización allá en la capital sonorense.
Amigo de toda la vida, Pedrito es una persona con quien
llevamos una buena amistad.
Mis mejores deseos para él y toda su familia.