A partir de la aparición de
las redes sociales, el servicio público, en todas sus modalidades y formas, se
convirtió en el centro de la práctica “tírale al negro”. De esta forma, actuar
de funcionarios, médicos, empresarios, patrones, empleados y largo etcétera,
regularmente es tratado con dureza, agresividad y hasta con crueldad no exenta,
en ocasiones, de infamia.
No en todos los casos es
injusto. Hay gente que, por su comportamiento, bien merecido tiene el
linchamiento a través del juicio popular, y quizá hasta se queden cortos
quienes les dirigen los peores epítetos al cuestionarles su actuar. Pero
estaremos de acuerdo en que hay veces en que la crítica mordaz y destructiva
carece de un fundamento, pero que sin embargo, causa efectos que pueden ser
demoledores.
Y entre los “clientes” más
recurrentes en las redes sociales están los agentes policiacos. Cada
intervención, cada acción, cada paso de la policía regularmente es exhibida y
expuesta al escrutinio público, y por lo regular, los resultados son
reprobatorios.
Esto tiene su lado bueno.
Antes, el mal policía podía actuar libremente y cometer las tropelías que le
vinieran en gana. Era difícil que una versión a detalle pudiera ser utilizada
como prueba fehaciente de su abuso. Pero hoy en día, las cámaras que hay hasta
en los celulares y que captan todo, los limita a tener un comportamiento más
conservador. Aunque a algunos les importa poco que los evidencien como abusivos
y prepotentes.
Sin embargo, creo que es
importante también destacar --y hacer trascender-- cuando la policía actúa de
manera apropiada en tratándose de combatir a la delincuencia. A las buenas de
la autoridad nunca le damos un abono aunque sea. Sólo resaltamos las malas. Por
eso creo conveniente dar un abono de esos a lo que hicieron un grupo de agentes
policiacos durante la refriega suscitada el lunes pasado en San Carlos, donde
la violencia cobró otra vida.
Cuando en las redes sociales
ya nos disponíamos (conste que generalizo) a “hacer pedazos” a las autoridades
por la ausencia total de la policía en el sitio donde se enfrentaron bandas de
delincuentes rivales, de repente los agentes se convirtieron en el centro de la
atención al enfrentarse a tiros a sicarios cuya sola presencia ya mantenía en
riesgo la vida de personas que circulaban por el lugar de los hechos.
El resultado final de esto fue
de cinco detenidos. Todos ellos individuos entregados a las prácticas
delictivas. Y esto fue derivado del actuar decidido y temerario de los
elementos de seguridad, que “se fajaron” en el enfrentamiento y finalmente
consiguieron el dominio de la situación. Y esto es digno de reconocerse.
Cierto es que para que la
policía, en sus distintos niveles, pueda recuperar la credibilidad, se necesita
mucho más que esto. Pero sí debe quedar muy claro que esos inútiles, perversos,
prepotentes, ladrones, sinvergüenzas y todos los demás calificativos que
acostumbramos usar al referirnos a ellos, de repente resultan ser la ÚNICA
alternativa que tenemos los demás para recuperar la tranquilidad.