La forma en que ocurren los
asesinatos cometidos aparentemente por el crimen organizado que ya se pasea
tranquilamente por las calles de Guaymas, hacen pensar muchas cosas. Más
todavía el ocurrido la madrugada de este lunes, en que a pesar de que los
delincuentes hicieron centenares de disparos cruzando por transitadas calles y
casi en las narices de personal de la Armada de México, finalmente lograron
asesinar a una persona, aunque posteriormente hayan sido capturados.
Hay aspectos que llaman la
atención. Uno de ellos es la libertad con que actúan los gatilleros ante la
completa ausencia de patrullas de la Policía Preventiva en el amplio sector por
donde se registró la balacera. Esta dejó en realidad un resultado barato,
hablando fríamente, porque concluyó con el criminal propósito, abatir al tipo
que perseguían. Pero el tipo de persecución pudo haber provocado la muerte de
personas inocentes, puesto que se suscitó en un sector bastante poblado.
Y aunque uno no lo quiera, mueve
a la maldita sospecha que aun cuando pasaron frente a una caseta de policía
accionando sus armas, literalmente ningún agente policiaco se dio cuenta.
Aunque para ser sincero, creo que realmente no quisieron darse cuenta. Las
patrullas policiacas, según reportes, llegaron una hora después de ocurridos
los hechos. Aparte, los supuestos representantes del Ministerio Público
llegaron varias horas más tarde, ya cuando se habían bañado y desayunado
tranquilamente en sus casas a pesar de la emergencia.
Leyendo la información difundida
en torno a los hechos, creo que si los sicarios no se hubieran ofuscado al
introducirse a la colonia Sahuaripa en su afán de escapar (aún cuando uno de
ellos es de Guaymas), donde fueron atrapados por elementos de la misma Armada,
fácilmente se hubieran escabullido. Hasta antes de meterse a ese sector tras
cometida su fechoría, actuaron con toda la impunidad y libertad del mundo.
Andaban “como Pedro por su casa”.
Hay dos cosas que pueden
suponerse en medio de todo esto. Una de ellas, que la policía preventiva no
intervino porque desde hace tiempo se comenta al interior de las corporaciones
municipales que sus agentes prefieren “hacerse patos” en estos casos al hacer
una simple comparación de sus pistolitas con el armamento que acostumbran los
sicarios. Enfrentarse a ellos es ir a entregar literalmente sus vidas. Y muchos
prefieren hacerse los indiferentes antes de ir a cumplir con un deber que lleva
implícitos riesgos mortales.
La otra, y que mueve más a
desconcierto: si entre los sicarios uno de ellos es originario de Guaymas,
¿cómo es que no advirtieron que meterse a la colonia Sahuaripa era
prácticamente entregarse a los soldados? Se comenta que no hubo un solo disparo
en la detención de los delincuentes, lo cual sorprende, puesto que venían de
asesinar a una persona y se suponía que su propósito único era huir. ¿Qué fue
realmente lo que pasó ahí?
En fin, son cosas que no salen a
la luz pública, pero en medio de todo, una cosa sí es muy evidente: la
seguridad en Sonora sigue en los suelos.