El recién abortado intento de una anticipadamente grotesca coalición entre el PRD y el PAN para disputar todos los puestos en pugna en el proceso electoral del año entrante en Sonora, no debiera verse simplemente como un propósito frustrado antes de tiempo, sino un principio elemental para empezar a discutir desde ya, la urgente necesidad de borrar del mapa a varios partidos cuya única función ha sido siempre de actuar como comparsas para mantener a una bola de zánganos dependiendo del erario.
Son siete los partidos que se consideran los más importantes en mayor o menor medida: PRI, PAN, PRD, PT, Nueva Alianza, Convergencia y Verde Ecologista. De estos, sólo los dos primeros pueden considerarse con peso real ante la sociedad, mientras que el tercero cada vez se disuelve más y se pierde como un agonizante proyecto de la izquierda por mantener vigencia en el país.
De los demás, lo que se puede decir es que son organizaciones manejadas por un grupúsculo de sinvergüenzas (los otros también, pero al menos aparentan estar más organizados y con mayor militancia) que repetidamente ejercen alianzas cómplices con los tres primeros con un solo propósito: seguir teniendo senadores y diputados de representación proporcional y con ello seguir hinchando sus bolsillos con dinero que les regala el gobierno por seguirle el juego de una supuesta democracia.
Hay, a lo largo del país, un largo listado de partiditos que juegan a tener representación, y todos con el mismo afán. Es tanta la ambición en la política mexicana, que algunos “participan” en los procesos electorales sólo para cobrar quincenas disfrazados de regidores, cuando de antemano se sabe que son una partida de paleros al servicio de los alcaldes en turno.
Una presunta coalición entre el PAN y el PRD hubiera sido una de las peores estupideces de ambos partidos. Y aquí no se trata de que “no se puede revolver el agua con el aceite”, porque en México derechos e izquierdos están contaminados con el mismo virus de la corrupción. Una alianza entre ambos hubiera sido una miedosa muestra ante el PRI de frente al proceso para elegir nuevo gobierno en Sonora. El PAN habría demostrado su incertidumbre tras el pésimo gobierno ejercido en los últimos cinco años, y el PRD hubiera quedado al nivel de vergüenza nacional como organización izquierdista. En los dos casos, la actitud hubiera sido de derrota, mientras que los otros partiduchos hubieran optado por aliarse con el PRI.
Esa es la razón por la que la política partidaria necesariamente tiene que entrar a un proceso de cambio urgente. El simple sostenimiento de tantos partidos le cuesta “un ojo de la cara” al mexicano, aparte de esa absurda presencia de 200 diputados federales y 96 senadores (uno por estado sería más que suficiente) derivados muchos de ellos de derrotas electorales (sí, ¡¡derrotas!!) o de un simple e impositivo regalo.
Todos ellos NO deben estar ocupando un cargo público con sueldos millonarios por un simple motivo: no hay una razón justificable ni justificada para que estén en una curul. Perdieron un proceso electoral o bien les regalan el puesto porque son los “cerebros” de la política. Y su permanencia en esos cargos, con las mismas facultades que los que ganaron a través del voto, los hace ser parte de los graves trastornos económicos que sufre el país.
Un par de partidos políticos, uno de derecha y otro de izquierda (los que se autonombran de ultra sólo buscan figurar finalmente con los mismos abyectos propósitos), serían más que suficientes no sólo para terminar de una vez con todas con el desconcierto de los votantes, sino para desaparecer del espectro público a tanto ladino sinvergüenza que se siguen enriqueciendo a costa de un pueblo que, como a principios del siglo XX, vive otra vez con “la bota en el pescuezo”.
México es un país con una riqueza mal repartida. La clase política se ha apropiado por completo del control económico para beneficio de personas y no de la población. La desmedida y corrupta ambición ha convertido a nuestro país en un caos donde poco a poco, la inconformidad crece. Y crece de manera tan preocupante como los intentos del gobierno (que están resultando inútiles) que a punta de garrote quiere aplacar a quienes siguen elevando su voz.
Ya es tiempo de darle un giro a las cosas. El proceso electoral que viene estará otra vez plagado de candidatos “preocupados” por el bienestar común. La inmensa mayoría de ellos son enloquecidos buscadores de un cargo que les permita estar de zánganos durante tres o seis años. Y todos pertenecen a uno u otro de esos siete partidos políticos.