Con la soberbia que da el saberse apoyado por el supuesto “número 1” del municipio, el Secretario del Ayuntamiento sigue perjudicando de manera por demás dolosa a gente de Guaymas, en un incontrolable exhibición de autoritarismo y prepotencia que lo tienen ubicado como el peor servidor público de la presente administración, inclusive por encima del presidente municipal. (Así, con minúsculas)
Alonso Arriola Escutia encontró en la asociación de “discomovileros” a una organización que, hasta antes de su llegada a la Secretaría del Ayuntamiento, habían trabajado en sana armonía, buscando siempre el bien común. Prueba de ello los acuerdos que habían logrado en carnavales anteriores con los organizadores de los mismos. Hoy todo eso ya desapareció.
El feroz mandamás del municipio se aprovechó de la ambición de unos cuantos miembros de la misma organización, y lejos de cumplir su encomienda de buscar la conciliación entre los distintos sectores guaymenses, se puso a trabajar hasta lograr la división de esta gente, recompensando sólo a los que se plegaron a sus órdenes y pisoteando el legítimo derecho que tienen los demás de trabajar limpia y honestamente. Simplemente, los está dejando fuera de la posibilidad de ganarse unos centavos en las fiestas de carnaval.
Ensoberbecido hasta los límites, Arriola Escutia responde a sus instintos. Aferrado a la vulgar y absurda idea de ser candidato del PAN a la alcaldía de Guaymas, el jefe de César Adrián Lizárraga Hernández pasa por encima de quien no se someta a sus caprichos, mostrándose muy anticipadamente como lo que realmente es, un tipo intolerante, abusivo, prepotente y caprichoso.
Su misma soberbia no le permite darse cuenta de los ridículos espectáculos que ofrece cuando pierde los estribos en su incontrolable afán de tener siempre la razón. Lo hizo con gente de las ligas pequeñas de béisbol, a quienes les gritó en los pasillos de Palacio Municipal cuando no logró convencerlos de que, según él, estaban mal al querer dejar fuera al dirigente de la liga por las irregularidades encontradas.
Lo hizo con el comandante Librado Navarro Jiménez, a quien enfrentó a grito abierto y manotazos frente a decenas de testigos en el patio central de Palacio Municipal, encolerizado por la tranquilidad con que el comandante escuchaba sus reproches por perjudicarle su negocio con los vendedores de explosivos el pasado mes de diciembre.
Y se comportó como un “cholo” corriente cuando retó a golpes a Joel Mendoza Rodríguez, con quien, dicho sea de paso, la secretaria particular trató de involucrarme diciéndome que me había aliado con él para golpear al municipio. ¡Vaya mentalidad!
Ese es el nivel de Secretario del Ayuntamiento que Guaymas tiene, lógicamente protegido a ultranza por el Presidente Municipal, a quien definitivamente ya convenció de que cuando se trata de asegurar el futuro económico, no importa pasar por encima de la Ley.
Ese es el nivel de funcionarios públicos que hoy tenemos en la administración municipal.
Alguien me comentaba ayer que si no me da temor de que pudieran tener una reacción violenta, al fin que el Secretario ya ha mostrado sus impulsos en ese aspecto. Bueno, nomás eso faltaría para completar el cuadro con los sujetos que hoy nos gobiernan.
Alonso Arriola Escutia encontró en la asociación de “discomovileros” a una organización que, hasta antes de su llegada a la Secretaría del Ayuntamiento, habían trabajado en sana armonía, buscando siempre el bien común. Prueba de ello los acuerdos que habían logrado en carnavales anteriores con los organizadores de los mismos. Hoy todo eso ya desapareció.
El feroz mandamás del municipio se aprovechó de la ambición de unos cuantos miembros de la misma organización, y lejos de cumplir su encomienda de buscar la conciliación entre los distintos sectores guaymenses, se puso a trabajar hasta lograr la división de esta gente, recompensando sólo a los que se plegaron a sus órdenes y pisoteando el legítimo derecho que tienen los demás de trabajar limpia y honestamente. Simplemente, los está dejando fuera de la posibilidad de ganarse unos centavos en las fiestas de carnaval.
Ensoberbecido hasta los límites, Arriola Escutia responde a sus instintos. Aferrado a la vulgar y absurda idea de ser candidato del PAN a la alcaldía de Guaymas, el jefe de César Adrián Lizárraga Hernández pasa por encima de quien no se someta a sus caprichos, mostrándose muy anticipadamente como lo que realmente es, un tipo intolerante, abusivo, prepotente y caprichoso.
Su misma soberbia no le permite darse cuenta de los ridículos espectáculos que ofrece cuando pierde los estribos en su incontrolable afán de tener siempre la razón. Lo hizo con gente de las ligas pequeñas de béisbol, a quienes les gritó en los pasillos de Palacio Municipal cuando no logró convencerlos de que, según él, estaban mal al querer dejar fuera al dirigente de la liga por las irregularidades encontradas.
Lo hizo con el comandante Librado Navarro Jiménez, a quien enfrentó a grito abierto y manotazos frente a decenas de testigos en el patio central de Palacio Municipal, encolerizado por la tranquilidad con que el comandante escuchaba sus reproches por perjudicarle su negocio con los vendedores de explosivos el pasado mes de diciembre.
Y se comportó como un “cholo” corriente cuando retó a golpes a Joel Mendoza Rodríguez, con quien, dicho sea de paso, la secretaria particular trató de involucrarme diciéndome que me había aliado con él para golpear al municipio. ¡Vaya mentalidad!
Ese es el nivel de Secretario del Ayuntamiento que Guaymas tiene, lógicamente protegido a ultranza por el Presidente Municipal, a quien definitivamente ya convenció de que cuando se trata de asegurar el futuro económico, no importa pasar por encima de la Ley.
Ese es el nivel de funcionarios públicos que hoy tenemos en la administración municipal.
Alguien me comentaba ayer que si no me da temor de que pudieran tener una reacción violenta, al fin que el Secretario ya ha mostrado sus impulsos en ese aspecto. Bueno, nomás eso faltaría para completar el cuadro con los sujetos que hoy nos gobiernan.