Él mismo se lo ganó. Quien mal anda mal termina, reza un
proverbio, y todo lo que hoy le está pasando al ex alcalde de Guaymas César
Adrián Lizárraga Hernández, era algo que ya se veía venir. No sólo es la
inhabilitación por diez años para ocupar un cargo público, sino que además
estará siendo requerido por las autoridades judiciales para darle seguimiento a
un caso de orden penal ante las autoridades federales.
En lo personal no puedo sentir gusto por lo que hoy
enfrenta Lizárraga Hernández. Y digo que no puedo sentirlo porque, como
orgulloso guaymense que soy, lamento profundamente que haya llegado al gobierno
del municipio un muchacho que, como antes lo dije, se embriagó de poder y quiso
asumir la Presidencia Municipal como un negocio propio, importándole un
cacahuate proteger su prestigio como persona, e incurrió en hechos sospechosos
que hoy literalmente se convierten en una muy cercana realidad.
A César le importó poco cuidar formas. Cuentan quienes
estuvieron muy cerca de él que cuando descubrió las ganancias que le podía
dejar la adjudicación de obras de pavimentación, gestionó miles y miles de
pesos para eso, pero se engolosinó de tal forma que no le dio importancia a las
evidencias que iba dejando a su paso respecto a los dividendos que en lo personal
esto le estaba dejando. Hay una leyenda urbana que asegura que en una ocasión
lo dijo frente a varias personas: “yo vengo al menos por cien millones de
pesos”. No sé si esto sea mentira o verdad.
Lo cierto es que manejó recursos a su antojo, no solo en
obras de pavimentación, sino también en lo relacionado al Subsemun, al polémico
tema de las luminarias y en el asfalto líquido que, donado por Pemex, de
repente se “extravió”. Alguien le sugirió alguna vez que ahí robar a manos
llenas era fácil. En lo que no lo ilustraron fue en que había que cuidar
ciertas formas para no enfrentar lo que hoy cae sobre él.
No le importó la reacción de algunos de sus
colaboradores, pero de aquellos que se sumaron a su proyecto creyendo en una
presumida honestidad y que después se llevaron la más profunda decepción de su
vida al descubrir la desmedida ambición del entonces Presidente Municipal.
Menos aún le importó cuidar la imagen de un partido que le dio su confianza
para alcanzar la alcaldía, y atropelló a muchos auténticos panistas que muy a
tiempo advirtieron de lo que habría de pasar en esa accidentada administración.
Es lógico que esto va a provocar reacciones. Los que
apoyan al cuestionado ex munícipe hoy protegido del Gobierno del Estado, van a
brincar como picados por un alacrán y saldrán en su airada defensa. Es de
esperarse que cuestionarán la manifiesta parcialidad con la que se ha conducido en este
asunto el Contralor Héctor Hernández García, quien no cabe en sí de gozo al
sentir que está cobrando muy caras las facturas que le debe el ex alcalde. Pero
al menos hoy es quien está saliendo con la mano en alto en esta disputa.
Al margen de todo lo anterior, cabe mencionar una vez más
que los partidos políticos deben empezar a revisar bien los expedientes de
quienes son lanzados como candidatos a un puesto de elección popular, para no
incurrir en faltas tan graves como en la que se cayó con Lizárraga Hernández, a
quien se vendió al votante como un muchacho con el alma más pura que la de San
Martín de Porres, pero resultó un auténtico malandro, quien ha permitido que de
nuevo en Guaymas se esté escribiendo una muy lamentable historia de corrupción
y poder mal manejado.
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Pudiera ser que César Lizárraga Hernández no dejase el
cargo que ostenta en el Gobierno del Estado. Hay abogados que opinan que la
labor del Contralor Municipal se circunscribe limitadamente al ámbito
municipal, y que esos diez años de inhabilitación serían para impedir que el ex
alcalde vuelva a ocupar un cargo público pero en lo que corresponde al
Municipio de Guaymas. Eso seguramente será parte de su defensa en el Tribunal
de lo Contencioso.
Lo que sí ya no se quita con nada el ex Munícipe es que va
a quedar impregnado ya de sospechas y malos pensamientos. Ya no son solamente
los que radican en el fraccionamiento Villa Sofía, que se quedaron con un palmo
de narices pensando que un día les respondería, sino que ahora, gran parte de
la comunidad pensamos que, todos aquellos que lo acusaron de movimientos
turbios… tenían razón.