lunes, 22 de agosto de 2011

Los jóvenes y el sexo...

Regresan hoy a clases millares de estudiantes, lo que revive la actividad de nuestra ciudad con más fuerza, y en esta ocasión, lo que debiera ser un entusiasta reinicio del proceso educativo, se ve empañado por el asunto que cada vez se torna más complicado en la Escuela Secundaria Federal No. 2, ahí donde el presunto caso de una violación en la que están involucrados solamente estudiantes, trascendió poco antes de terminar el ciclo anterior.
No ahondaremos en detalles, porque tampoco se trata de trastocar la integridad moral de ninguna familia, pero creo que sí es importante, en casos como éstos, volver a reflexionar en lo que como sociedad estamos haciendo para educar a nuestros hijos, esos mismos que hoy en día tienen un brutal acceso a toda clase de información negativa que llega a trastornar sus cerebros.
A lo largo de mi trabajo como comunicador, en varias ocasiones me ha tocado abordar temas tan delicados como éstos. Inclusive me ha tocado platicar con niñas que en su momento fueron víctimas de sujetos de equivocados instintos, y en su mirada me doy cuenta de que nunca volverán a ser personitas inocentes. La vida les cambia de manera totalmente radical.
Por eso puedo entender el coraje, la frustración, la impotencia y la angustia, además de la zozobra que deben sentir los familiares de la jovencita que, según se comenta, habría sido violada por dos compañeros de estudios, prácticamente de su misma edad. Todo eso deriva de la posibilidad de que los chamacos no sean castigados de acuerdo a sus sentimientos.
Trato de explicarme: las leyes en Sonora y en México ya están escritas, y en el caso de los menores de edad, creo que todos alguna vez hemos sentido la molestia natural cuando sabemos de delitos cometidos por chamacos, que terminan en castigos que, a nuestro juicio, son hasta recompensas por su comportamiento. Sin embargo, eso ya está escrito así, y de ninguna manera se puede cambiar, salvo en el caso de que finalmente fuera tratado el punto en las cámaras legislativas.
Yo no trato con esto de quitar responsabilidad a la directora del plantel, porque ni siquiera la conozco. Pero tampoco me parece justo que se haya llegado al extremo de solicitar su separación del cargo por lo que ocurrió, cuando de antemano sabemos que no es la culpable de la actitud de sus alumnos. Eso, y debe entenderse muy claramente, es responsabilidad exclusiva de los padres de familia. Los maestros están para enseñar. Los padres para educar e inculcar valores en sus hijos.
Lo que pasó es una desgracia. Efectivamente. Una desgracia para la muchacha que a tan temprana edad supo ya lo que es la perversidad en gente de su misma edad. Una desgracia porque quizá su vida ya nunca vuelva a ser lo que era antes de la tragedia. Pero también es una desgracia para los padres de los chamacos que la atacaron, porque seguramente estarán comprendiendo ahora que quizá no hubo la suficiente atención a sus hijos como para advertir de lo que podrían ser capaces.
Este asunto debe llevarse allá donde están los impartidores de justicia, que quizá sean los que verdaderamente deben dar una explicación del por qué del trato que se daría a los chamacos, aún con la delicada acusación en su contra. La directora ni ninguno de los maestros puede ser responsabilizado de lo que sucedió, menos todavía cuando supuestamente está acreditado que la directora actuó en tiempo y forma con la entrega del reporte a sus superiores.
Ahora bien, lejos de convertirse esto en un asunto morboso y mitotero, debe obligarnos a todos y cada uno de nosotros a acercarnos más a nuestros hijos y tratar de hurgar que es lo que existe en su interior. Todos creemos que estamos educando de la mejor forma a los chamacos, hasta que pasa algo que nos hace reaccionar, pero eso puede ocurrir cuando ya sea demasiado tarde.
El tema del sexo, de manera por demás tonta, absurda, sigue siendo un tabú en muchísimos hogares, no sólo de Sonora, sino de todo México. Al existir esas limitaciones al interior del seno de la familia, y con el acceso indiscriminado que tienen los chamacos a la pornografía sucia y perversa, sus cerebros llegan a un punto de ebullición en el que pretenden hacer exactamente lo mismo que ven en fotos y videos, pero sin darse cuenta de los riesgos que ello implica.
Y en esto me refiero a hombres y mujeres, niños y niñas que ya tienen sus pensamientos más ocupados en degenerar sus cuerpecitos que en entregarse a los estudios.
¿Sabe usted en cuántas escuelas preparatorias, secundarias e inclusive primarias hay jovencitos que practican el sexo de una forma por demás impúdica?
Créame que se sorprendería si se enterara.