La impresionante
ola de asesinatos de menores de edad, inclusive de bebés, a manos de su propia
familia, llegó ya a Guaymas. Ayer la comunidad se impactó profundamente con el
crimen de una chiquilla, de apenas 13 años de edad, a manos de su padrastro, un
hombre que hasta antes del hecho era considerado por vecinos y conocidos como
un tipo apacible, tranquilo e inclusive hasta muy atento con sus hijastros,
abandonados éstos (según versiones) por su madre.
En estos momentos
las elucubraciones sobre lo ocurrido galopan velozmente por todos los rincones
de la comunidad. Hay quienes se atreven a decir que la había convertido en su
mujer y que en un momento de locura quiso poner punto final a ese asunto, sólo
que recurrió a lo más absurdo: el crimen. Esto, sin embargo, no es más que otra
suposición más, de las decenas que ya andan circulando en todos los niveles de
la sociedad. Para eso muchos guaymenses se pintan solos.
Van a ser las
investigaciones, sin embargo, las que finalmente determinen cuales fueron las
causas por las que esta familia se desintegró de una manera tan brutal. Primero
el abandono de los hijos por parte de la madre, y finalmente el crimen de la
muchachita a manos de su propio padrastro, dejando en el doloroso desamparo a
dos chiquillos, que en estos momentos vienen a ser las dos principales víctimas
de este impresionante suceso.
Ayer por la
noche, alguien me comentaba que esta niña llevaba un muy aceptable promedio
académico en la secundaria donde estudió, la “Abelardo L. Rodríguez”, y que
próximamente sería la abanderada del plantel.
Respecto al hombre que puso fin a su vida, la información
es un tanto escueta. Sólo se habla de alguien que, desde el abandono de su
mujer, se convirtió literalmente en el padre de los hijos abandonados. Vecinos
suyos lo ubican como alguien que se hizo cargo de ellos, mencionándolo como un
hombre aparentemente tranquilo y responsable.
Se afirma que a diario acudía a la escuela por la
jovencita, pero hay quienes aseguran que la niña alguna vez manifestó tenerle
miedo. Lo cierto es que hay muchos testigos de que, al menos en apariencia, la
cuidaba mucho. Nadie ha comentada nada, hasta ahora, sobre una posibilidad de
que el hombre fuera adicto a las drogas.
Quizá las razones por las que ocurrieron los hechos nunca
sean bien esclarecidas. Lo cierto es que fue un crimen abominable que ha
consternado profundamente a la comunidad, y que si antes los “focos rojos”
estaban encendidos sólo en Hermosillo, por la frecuencia de los asesinatos de
menores, hoy Guaymas también se mete a la estadística con este acontecimiento.
Insisto: se han perdido los valores fundamentales de una
buena sociedad. La educación, la decencia, el fortalecimiento de la integración
familiar se está diluyendo. Y por el rumbo que llevamos, si seguimos aferrados
a no reaccionar, pronto estos casos también serán aquí tan comunes como en
Hermosillo y otros puntos de Sonora.
"
“Hay
ocaciones en las k siento k no balgo nd k Solo soy un estorbo k nunca debio de
existir”, publicó el 20 de mayo en su cuenta de Facebook. Era una advertencia…
nadie se dio cuenta.