En un hecho que hace unos meses hubiera parecido imposible,
los gobernadores panistas del país, entre ellos Guillermo Padrés Elías, se
reunieron este miércoles con Enrique Peña Nieto, quien está a un paso de
convertirse en el nuevo mandatario mexicano. Los azules y el priísta acordaron
trabajar, al menos en la palabra, con armonía y en la búsqueda de mejores
perspectivas para el país.
Si el encuentro fue de buena voluntad, habría sido una
muestra de madurez, algo que no vemos desde hace décadas entre la clase
política de todos los niveles en México, donde los intereses de los grupos
económicos han prevalecido por encima del orden y el bienestar colectivo,
llevando a las clases populares a un estatus económico que todavía se advierte
difícil de superar.
Dicen los panistas, para contrarrestar las críticas que esto
pueda provocar, que no serán oposición durante el gobierno “peñanietista”, pero
sí una fuerza democratizadora y modernizadora (sic), esto para atender la
promesa de relación respetuosa y de total apertura al diálogo (otra vez sic) de
Peña Nieto. La verdad es que leerlo coloca un signo de interrogación en la
cabeza.
Y es que la costumbre en México es de imposición y rechazo.
Quien está en el poder, sea del color que sea, impone, y quienes están en la oposición
rechazan. Hace décadas que no existe una congruencia política que permita a
México superar sus miles de problemas, y al menos este encuentro como que no
inspira mucha confianza. Cuantos ensayos se han hecho así, y finalmente todo
vuelve a quedar donde mismo.
En todos los niveles de gobierno pasa lo mismo. En Sonora,
Padrés Elías buscó quedarse con la mayoría de diputados en el Congreso del
Estado para poder facilitar la legislación de sus iniciativas, porque los
bloques opositores se han negado sistemáticamente a permitirle llevarlas
adelante. Si son buenas o malas no es lo importante. Hay que apoyar a los
grupos económicos que están contra la política gubernamental. Lo demás sale
sobrando.
En los municipios, los enfrentamientos entre los regidores de
los diferentes partidos políticos favorecidos con la benevolencia electoral son
cruentos, y en algunos casos llegan hasta los golpes. Si las evidencias de un
gobierno que no responde a la comunidad se multiplican por todos lados, los
ediles consideran que se hizo un buen trabajo si se defendieron los intereses
de partidos o particulares. Esa es la forma de hacer política.
Yo no creo mucho en la “buena voluntad” de Peña Nieto por
atender los planteamientos de la oposición, y mucho menos de los panistas, y tampoco
creo que éstos estén muy interesados en apoyar el trabajo de gobierno del
virtual Presidente de México. No veo en el futuro gobierno síntomas de apertura
para tratar de buscar el beneficio de los habitantes de la Nación , si detrás de él
está una estructura de la que forman
parte algunos de los principales sátrapas de la historia más reciente en el
país.
¿Les damos el beneficio de la duda?