No se puede esperar mucho de
las inminentes campañas electorales en materia de limpieza de la competencia.
Desde ahora se advierte ya que será una disputa sucia, en la que los
contendientes, de acuerdo a la costumbre de los más recientes procesos, no
buscarán convencer al electorado, sino tratar de conseguir triunfos a través
del ataque directo a sus contrarios exhibiendo de manera vulgar e infame sus debilidades.
Es decir, el chiquero político está activado.
“Sé que entrarle a buscar la
candidatura me va a llevar a enterarme hasta de cosas que no he hecho”, me
diría en una ocasión el hoy cuestionado ex alcalde César Adrián Lizárraga
Hernández. Entendía entonces que, en los tiempos actuales, buscar una
postulación es tanto como ponerse en el escaparate para que los demás les
saquen “los trapitos al sol”, en una dinámica que sólo exhibe la podredumbre de
la clase política actual, que lejos de proponer, sólo busca emprender lo que
algunos llaman “el negocio de mi vida”.
Sin ser aún postulados como
candidatos al gobierno de Sonora, los parientes Javier Gándara Magaña y Ernesto
Gándara Camou, del PAN y PRI respectivamente, ya se han visto ferozmente
atacados por cobardes publicaciones que los relacionan inclusive con
narcotraficantes, en un evidente afán de provocar un atroz desprestigio que
finalmente derive en la una imagen deteriorada en caso de una postulación.
Pero esta no es novedad
alguna. La práctica de los ataques inmorales en contra de los candidatos ya se
ha vuelta algo tan común, que hay quienes tienen el morboso interés de saber
más de la vida en ocasiones falsamente impúdica de la gente, que en conocer las
propuestas que como aspirante a un puesto de gobierno puedan tener. Y lo peor
es que se asimila más la información negativa que el deseo de apoyar con el
sufragio a alguien que tenga una propuesta sana y esperanzadora.
Esas son hoy en día las
campañas de proselitismo. Andrés Manuel López Obrador ha sido mencionado en
múltiples ocasiones (las mismas que ha pretendido ser presidente) como un
peligro letal para el país, pero igual se desvistió a Enrique Peña Nieto como
asesino de su esposa y hasta con tendencias homosexuales, lo que deja clara
evidencia de la clase de porquería que son actualmente las “propuestas” que se
hacen al electorado.
El chiquero político está
activado de nuevo. Las embestidas de los “cerebros” electorales se están
preparando, pero no alimentándolas precisamente con ofrecimientos de desarrollo
y mejoría a la comunidad, sino haciendo profundas investigaciones sobre la
vida, incluso íntima, de quienes cuyos nombres aparecen como los más fuertes
prospectos a contender por los puestos de elección popular.
Y el grotesco espectáculo se
repetirá, una y otra vez. Desde candidatos al gobierno estatal, diputados
federales y locales, alcaldes y hasta los postulados a una regiduría serán
acusados de lo peor, que si bien en muchos casos son realidades irrebatibles,
sólo trasciende cuando buscan un puesto de elección popular.
Algunos pensarán que es
necesario exhibirlos de tal manera para evitar que delincuentes –como el ex
alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez y su mujer– lleguen a un cargo
público desde el cual puedan ejercer un poder criminal o vergonzoso. El
problema es que en ocasiones se incurre en graves excesos que trastocan incluso
la moral de los parientes de quienes participan en la política, en un plan de
degradación que raya en el abuso impune.
México no puede garantizar a
su población un futuro promisorio mientras se siga ejerciendo ese tipo de
política sucia, asquerosa y con tintes delincuenciales sin castigo. Los que
manejan la política no describen planes de trabajo que conlleven a un beneficio
común. Aquí se perdió el control desde hace tiempo y ahora la lucha por el
poder incurre hasta en hechos despiadadamente criminales, todo por el afán de
enriquecer a los actores principales de esta lamentable película.
Y si lo que hoy vemos a través
de panfletos y medios de comunicación financiados por políticos corruptos le
asusta, espere usted a que inicien las campañas políticas con los candidatos
oficiales. Los cerdos de la política “sacarán la casta” y convertirán todo esto
en un circo inmundo, vergonzosamente destinado a elegir a quienes finalmente
llegarán a los cargos públicos, pero sin haber recibido antes un buen “repasón”
en su calidad moral y claro…después de haber respondido de la misma forma.