Bueno, después de un rápido
viaje hoy a Hermosillo apenas nos reintegramos a nuestras diarias ocupaciones. Esto
luego de concluido el periodo vacacional que mientras en Empalme arrojó resultados
altamente positivos, con una Semana Santa “blanca” en lo que cabe, puesto que
hubo un accidente que -- por fortuna, y por la magnitud del percance -- sólo
dejó personas lesionadas, en Guaymas dejó dos muertos y al menos dos muchachas
que acusaron haber sido violadas tras haberse perdido en la bruma que deja el
excesivo consumo de alcohol.
Uno de los percances ocurridos
en Guaymas, que dejó enlutada a una muy conocida familia, fue consecuencia de
un descuido fatal. El otro fue resultado natural de la irresponsabilidad que
causa el exceso en el consumo de bebidas etílicas. Es profundamente lamentable
que la gente confunda el asueto con el desenfreno, y aun cuando las autoridades
casi de rodillas suplican no tomar el volante cuando se ingiere alcohol, hay
quienes se aferran a su errónea convicción de que “a mí nunca me va a pasar
nada”… y ahí están las consecuencias.
El caso de las chamacas
presuntamente violadas es delicado. Sin embargo, aunque moleste, tiene que
hacerse un análisis serio al respecto. En lo personal, en torno a casos con estas
características, siempre he considerado que tanta culpa tiene el victimario
como la víctima. El primero por aprovecharse de las condiciones en que se
encuentra la fémina, y éstas últimas por incurrir en ingesta tal de bebidas
enervantes que, como ellas mismas lo dijeron a la policía, las hicieron caer en
un estado de inconciencia.
En los tiempos actuales, hay
quienes manejan cifras estadísticas que advierten que la mujer, la joven sobre
todo, está consumiendo una cantidad de alcohol superior a la que toman los
varones. El estado de embriaguez que alcanzan las muchachas (y eso pudo
observarse estos días en San Carlos) llega a ponerlas en ocasiones en actitudes
tan grotescas que no permiten lucir su belleza. Por el contrario, ofrecen
espectáculos tan denigrantes que realmente son para lamentarse más que para
verse divertidos.
Eso las coloca en una
potencial posición de peligro ante los sujetos que no vienen a vacacionar con
el objeto de divertirse, sino dar rienda suelta a sus instintos de machos.
Estos últimos, animales irracionales por supuesto, saben que estos días es
fácil encontrar a jovencitas que creen que divertirse es ponerse “hasta la
madre” de alcoholizadas. Algunas de ellas toman conciencia de sus actos cuando
ya nada tiene remedio. Otras quedan convencidas de que esa es la mejor forma de
vivir su juventud. Lamentable pero así es.
La raíz del problema es la
formación educacional de estas personitas. Son menores de edad a quienes se les
ha permitido conocer formas prohibidas de vivir su adolescencia sin darle la
importancia que realmente se tiene. Son jovencitas cuyos padres no les
advirtieron a tiempo lo que podía pasar si incurrían en excesos, y muy tarde
quieren encontrar responsabilidades en otras personas sin hacer una auto
reflexión sobre los errores cometidos.
Lo único bueno que esto deja
es que aprenden a despertar más temprano.