miércoles, 10 de octubre de 2012

Delincuentes a la luz del día

Se trata de un matrimonio joven, con dos hijos. Él profesionista, pero por las difíciles cuestiones económicas tuvo que aceptar un trabajo donde gana poco. Ella tiene que multiplicarse para hacer trabajos domésticos y vender lo que se pueda para tratar de ajustar cada quincena los exigentes pagos del diario: alimentos, escuela de los chamacos, luz y el largo etcétera.
La angustia ya forma parte de su quehacer diario como ocurre en millones de hogares mexicanos, donde no se sabe que va a pasar mañana, sobre todo cuando el dinero se terminó y todavía faltan gastos por cubrir. Con sacrificios, los padres de ambos les juntaron algo de dinero y él, con muchísimo esfuerzo, ajustó para comprar un modesto carrito, en el que diariamente ella lleva a sus niños a la escuela, una escuela particular.
Por si todos sus problemas fueran pocos, hace unas tres noches, delincuentes desconocidos les abrieron el carro, se robaron el acumulador y el estéreo. La sorpresa fue amarga en la mañana. Dolorosa, cruel, demoledora. Sin embargo trataron de sobreponerse y ajustó 500 pesos para comprar una “batería” de segunda. Fue y la puso, y ya más tranquilo trató de encender su carro. La unidad no arrancó. Los delincuentes no solamente se robaron lo descrito. De paso le causaron destrozos suficientes que, según presupuestos, le van a salir costando más de tres mil pesos.
Esta historia es real. Acaba de pasar aquí en Guaymas. Por la cercanía con ellos sé de su angustia, su desesperación y tristeza. Pero esto ocurre TODOS los días en los diversos sectores de nuestra ciudad. La delincuencia no organizada está haciendo de las suyas impunemente, y los ladrones, regularmente drogadictos, siguen actuando por la sorprendentemente inexplicable pasividad de las autoridades hacia el descarado trabajo clandestino (aunque suene absurdo) de las chatarreras y demás lugares donde se compran cosas robadas a plena luz del día.
La angustia que este joven matrimonio vive en estos momentos deriva de la irresponsabilidad de quienes dicen gobernarnos pero que finalmente se han aliado cínicamente con los ladrones disfrazados de empresarios a través de chatarreras cuyo funcionamiento deja mucho que desear. En esos lugares, cada minuto del día se comete un delito al comprar cosas robadas, pero nadie, absolutamente nadie, dice nada. Este tipo de delincuentes se ríen de la angustia que otros sufren tras haber sido robados.
La autoridad no quiere entenderlo: en cualquier momento va a ocurrir una desgracia, cuando alguna persona, harta de ser víctima de los drogadictos que roban esas cosas sólo para consumir sus porquerías, trate de tomar justicia por su propia mano. Porque aunque suene inconcebible, en Guaymas la gente va a tener que defenderse por sí sola de la delincuencia. No hay autoridad que frene este grave problema.
¿Qué demonios pasa? ¿Quién se está beneficiando realmente con todo esto? Comprar cosas robadas es un delito, y en cada chatarrera de Guaymas se ha comprobado que se comete. ¿Porqué no hay quien castigue eso? ¿Qué red de complicidades está detrás de este sucio negocio que aniquila los esfuerzos de la gente que con sacrificios trata de tener un poco de patrimonio para que finalmente pare en manos de esos delincuentes?
¿Autoridad?... Bah!