jueves, 9 de mayo de 2013

“Despierta” la comunidad “gay”


Este es un tema que provoca siempre bastante controversia. Sin embargo, no deja de ser importante dar el espacio cuando es necesario.
Hace algunos años, tras desocuparme de un compromiso de trabajo en la música, en plena madrugada, llegué a una pequeña fonda que estaba en la avenida seis. Iba hambriento y el menudo que vendían ahí estaba realmente sabroso. Estaba saboreando el platillo cuando veo que llegan tres figuras que acapararon la atención de los escasos comensales a esa hora de la noche. Eran tres “chicas” que vestían de manera glamorosa. Debo confesar que se veían bastante femeninas. Eran muchachos a quienes se identifica de dos maneras: gays o travestis.
Uno de ellos se acercó a donde yo estaba tras reconocerme, y me dijo: “qué bueno que lo veo, necesito decirle algo”. Noté que sus ojos estaban a punto de soltar las lágrimas y me percaté que los otros dos también se veían muy alterados. Uno de ellos mostraba una especie de ira en la mirada. Se veían bastante mal de ánimo.
Le dije al muchacho que se sentara en mi mesa y empezó a platicarme. En lo personal, nunca he criticado el oficio al que cada persona se dedica. Mientras todo esté dentro de lo legal la gente puede trabajar en lo que quiera. Me dijo que ellos se prostituían, y que su trabajo era precisamente a esas horas de la noche. Sin embargo, adolecen de un enemigo acérrimo, implacable, inclusive hasta cruel… la policía.
Tras la introducción al tema, le pidió al otro joven, el que se veía muy enojado, que se acercara para que me platicara lo que le había pasado. Caminaban por una calle cuando repentinamente llegó una patrulla con varios agentes a bordo, y sin mediar problema, dos de ellos se bajaron y al grito de “a ver, bola de putos, ¿qué chingados andan haciendo?”, se les fueron encima y los empezaron a empujar y maltratar. Las palabras malsonantes menudearon. Era evidente la intención de intimidarlos.
“Andan buscando mayates, ¿verdad, hijos de la chingada?”, y las palabras soeces subieron de tono. Enseguida la amenaza: “van al bote por andar de putos en la calle!!” Lógicamente, los muchachos sintieron que el mundo se les venía encima, y empezaron a suplicar que los dejaran en paz. La única forma posible para no perder su libertad, fue darles 300 pesos que completaron entre los tres. Los corruptísimos agentes se subieron a la patrulla y se alejaron con risotadas burlonas.
Tras platicarme el hecho, el joven empezó a sollozar. Sinceramente, sentí mucha pena por él. Hasta la cena perdió su rico sabor. Enseguida, empezó a hablar con una gran impotencia. “¿Por qué nos hacen eso? Nosotros sólo andamos buscando nuestro sustento. En todas partes nos cierran las puertas por nuestra condición de vida, y de alguna forma tenemos que sobrevivir”. Y dijo algo que a la fecha no se me olvida: “esto no es un castigo de Dios, simplemente es una forma diferente de vivir”. Una profunda reflexión, sin duda alguna. Y la súplica final: “Ayúdenos, por favor”. Nada se podía hacer en ese momento, porque ni siquiera tomaron el número de la patrulla.
En fechas muy recientes, la llamada Comunidad Gay parece estar despertando de un largo letargo. A partir de reciente manifestación hecha en Hermosillo, donde exigieron respeto a sus derechos, la gente de Guaymas ha exigido acercamiento con las autoridades. Y lo están logrando. Piden cosas demasiado simples para tener una buena respuesta: que la policía los deje en paz y que se abran oportunidades para que puedan desarrollarse inclusive en el terreno profesional.
En lo personal, siempre he considerado que quien desprecia a los gay es porque en el fondo enfrenta problemas de identidad. Sin embargo, creo que sí es obligación de las autoridades impedir que policías ignorantes y abusivos sigan agrediendo a un sector de la sociedad que generalmente vive su vida sin entrometerse con la de los demás, aunque éstos últimos insistan en criticarlos. En este caso, sí es responsabilidad directa del Municipio aplacar a agentes voraces y corruptos que usan su uniforme para delinquir.
Estas personas empezaron ya a despertar. Si las cosas siguen igual, pronto serán un serio problema social.