lunes, 25 de julio de 2011

Cuando un amigo se va...

A semejante distancia, nadie puede asegurar que la situación está definida en torno a la candidatura del PRI a la presidencia municipal de Guaymas. Antes bien, los ajustes que se están dando al interior del partido advierten que podría darse una disputa bastante interesante para definir quien de los dos, José Luis Marcos León Perea u Otto Claussen Iberri se va a la liza electoral.
Si bien es cierto que el grupo hoy encabezado por el diputado local y Antonio Astiazarán Gutiérrez podría tener “la sartén por el mango”, las definiciones no serán precisamente a nivel local. Fue un paso importante, definitivamente, haber logrado la dirigencia del partido a favor de Susana Corrella Platt. Sin embargo, serán los acuerdos con la gente de los primeros niveles tricolores en México lo que podría inclinar la balanza a su favor. Esto es apenas un paso.
Y en ese sentido, nadie puede decir que León Perea, hoy por hoy diputado federal, esté fuera de cualquier posibilidad de ser el aspirante oficial del partido a alcalde. Al actual legislador hay que reconocerle la imagen y presencia que tiene ante la opinión pública local, la que en un porcentaje muy importante simpatiza con la posibilidad de verlo dirigiendo los destinos de los guaymenses. Al doctor se le ubica como un político honesto y dedicado, algo no muy común en estos días.
Como diputado local y hoy en el Congreso de la Unión, León Perea ha desarrollado un trabajo limpio, responsable y de atención a su distrito. Alejado totalmente del escándalo y caminando en una línea recta, podría ser hasta la mejor carta del partido para poder enfrentar la embestida que ya prepara Acción Nacional para conservar el poder municipal, hoy en graves riesgos de perderse.
Así las cosas, habrá que estar muy al pendiente de cómo se vayan dando las cosas dentro del Revolucionario Institucional, sobre todo a partir de Enero de 2012, que será cuando empiece a aclararse bien el panorama.
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Lo conocí hace muchos años, cuando de jóvenes coincidíamos en aquellos inolvidables bailes en los que disfrutábamos lo que hoy es un tesoro hasta para la misma juventud: la música oldie.
Cuando tuve la oportunidad de trabajar para la administración pública, lo vi casi a diario. Creo que fue cuando nos hicimos más amigos. Llegaba con su canastilla a ofrecernos el delicioso pan en forma de cuernito con queso “cotach”. En ocasiones llegaba con tortas o pan de dulce. Siempre le decía yo que si no paraba nunca de chambear.
Sólo sonreía. Era un tipo muy agradable. Nos saludábamos con el sonido gutural que simula un grito lejano. Hace unas cuantas semanas lo volví a ver y nos saludamos igual de nuevo. Muchas veces me dijo que en cualquier momento estaría en una “ruckeada”. Aunque me decía que siempre terminaba rendido.
Cuando vi la noticia en los medios no lo ubiqué. El nombre estaba equivocado. Fue mi hijo José Antonio quien me llamó anoche y me dijo… “oiga, murió el papá del César, el baterista. Es una de las personas que murieron ahogadas”.
Debo confesar que sentí que se me erizó la piel. El Marco Polo. Marco Polo Villaseñor. De inmediato me vino a la mente el saludo y la sonrisa del siempre amigo. Lo imaginé de nuevo con su inseparable ropa en color “caki”. Y la verdad sentí mucho pesar al haberme enterado.
Hay una canción que dice “cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Todos los amigos son diferentes. Cuando son verdaderos amigos se les quiere por igual. Por eso duele tanto perderlos.
Descansa en paz, amigo. Un día estaremos de nuevo escuchando al Deep, al Uriah, al Zeppelin… o a quien tú quieras.