lunes, 21 de marzo de 2011

Acomodos políticos...

De la designación del candidato priísta a la Presidencia de México depende el futuro de muchos políticos de menor nivel. Y en el caso de Guaymas, el reciente pronunciamiento de Carlos Ernesto Zataráin González hacia Manlio Fabio Beltrones Rivera, complace sobre manera al doctor José Luis Marcos León Perea, para quien el ex alcalde guaymense tuvo muestras de absoluto apoyo en fechas recientes.
Para nadie es un secreto la cercanía que existe entre Zataráin González y el ex Gobernador de Sonora, de ahí que, de aterrizarse el proyecto beltronista, la balanza podría inclinarse a favor del hoy diputado federal en sus inquietudes por ser candidato a alcalde de Guaymas. De que Manlio Fabio tiene peso político en el país, es ocioso querer negarlo. Y es natural que a las candidaturas llegarán a quienes se arropen bajo su manto protector.
Esta podría ser la balanza que dejaría eventualmente fuera, por enésima ocasión, al hoy diputado local Otto Claussen Iberri, cuyas intenciones de venir a gobernar a los guaymenses se han visto infructuosas una y otra vez. Hay quienes aseguran que a Otto ya le corresponde una oportunidad de esa naturaleza, pero la política no se deja llevar por sentimentalismos. Esa es la diferencia.
Sin embargo, no deja de “picar piedra” y sigue haciendo su tarea para tratar, finalmente, de alcanzar su hasta hoy más ambicionado propósito político. Ya hemos comentado antes de los antecedentes de Otto en cuanto a padrinazgos políticos se refiere, lo que al final de cuentas es un peso que necesita quitarse de encima. Lleva, sí, muy buenas relaciones con el actual mandatario sonorense, pero las diferencias ideológicas y políticas podrían marcar una barrera imposible de superar.
Podría decirse que en estos momentos la designación priísta para Guaymas está indescifrable. Y creo que así seguirá al menos en lo que resta del año. Podría enturbiarse un poco más si otros “alborotados” insisten en su postura de llegar a la candidatura, que finalmente lo único que provocaría sería más desunión en un partido que sigue en la lona, con el conteo a punto del diez.
Es lo que menos le conviene al PRI. Más en momentos en que la situación parece no clarificarse del todo en Acción Nacional, donde los últimos movimientos evidencian definiciones con demasiada anticipación, pero que bien podrían formar parte de estrategias bien establecidas para atender compromisos antiguos, creados a partir del proceso electoral de 2009.
Apenas en nuestra colaboración anterior escribíamos del desconcierto que provocan reacciones dentro del PRI, cuando aún quedan algunos resabios a partir del momento en que se declaró una lucha intestina que aniquiló las pretensiones de Carlos “El Cacho” Zaragoza Decima cuando buscaba la alcaldía de Guaymas. A partir de ahí, grupos del tricolor dieron todo su respaldo al entonces candidato panista César Adrián Lizárraga Hernández, llevándolo finalmente a la Presidencia del Municipio.
¿Qué hay realmente detrás de la presunta definición a favor de Manuel Aguilar Juárez como candidato a alcalde? ¿Será que realmente se ve como el mejor prospecto para ganar un proceso electoral que se avizora bastante difícil para el albiazul en Guaymas? ¿Qué hay detrás de las muy claras deferencias que se tienen hacia el diputado local priísta Otto Claussen Iberri?
Insisto, todo parece una estrategia finamente preparada con un objetivo que daría al legislador la oportunidad, finalmente, de ser Presidente en Guaymas. Y para eso, se tiene que contar, obligadamente, con amigos muy cercanos, capaces de sacrificarse en nombre de esa profunda amistad. Gente leal al extremo, pues.
Cómo quisiera entender un poquito la política.
Y cómo quisiera entenderla, porque apenas así comprendería cómo es que Jesús Zambrano Grijalva llegase a la presidencia del PRD en México. El empalmense, al menos en su ciudad natal, no goza de un buen prestigio, pero mantiene excelentes relaciones con Jesús Ortega, quien simplemente le pasó la batuta del partido del sol azteca ante los azorados ojos de muchísimos militantes perredistas. ¡Al más puro estilo priísta!