viernes, 10 de julio de 2015

Prevención es la solución…

Un pueblo seguro no es aquel que tiene más equipada a sus corporaciones policiacas con armamento sofisticado y mayor capacidad para enfrentar a los criminales. Un pueblo seguro es que el que educa más y mejor a su sociedad para que sus miembros no incurran en la práctica de delitos que después serán brutalmente castigados con el uso de ese armamento.
Viene al caso lo anterior tras la reciente entrega de equipo por parte del Estado y Municipio para miembros de la Dirección de Seguridad Pública de Guaymas, consistente en 66 armas largas automáticas con 38 mil tiros útiles, y 60 armas cortas 9 milímetros, entre otras. Es decir, equipo de alto poder con el que, según dijo el alcalde Otto Claussen Iberri, “la corporación refuerza su equipo para protección y brindar seguridad a la comunidad”.
Realmente lo de brindar seguridad para los ciudadanos es relativo. Ningún lugar donde existan armas de este nivel puede definirse como seguro. Lo lógico es que este armamento es para utilizarse en caso de ser necesario, y esa necesidad deriva precisamente de un delicado nivel de riesgo respecto a la actuación delictiva. Y al activarse el uso de semejantes armas, nadie puede sentirse precisamente seguro.
“Las armas son para usarse”, me comentó en una ocasión un agente policiaco, orgulloso tras recibir un rifle de alto poder. Es decir, aún no enfrentaba a un delincuente con su nuevo “juguete” pero ya estaba desesperado por usarlo. Jalar del gatillo en una circunstancia inesperada es impulsivo. Y desde esa perspectiva, el simple hecho de que alguien porte un arma ya implica riesgos para la seguridad de los demás. Sea quien sea.
Lejos de saturar de armas a las corporaciones policiacas, los gobiernos de los tres niveles debieran preocuparse más por blindar con un arma más poderosa que las que disparan balas: la prevención. Advertir a tiempo la tendencia hacia la delincuencia podría impedir el nacimiento de futuros muertos o reclusos. Orientar a la sociedad en su conjunto a través de su célula principal como es la familia, podría ser mucho más contundente que armar operativos en los que se busca abatir a delincuentes que quizá nunca tuvieron la oportunidad de vislumbrar otro tipo de vida.
Sin embargo, es evidente que en México lo menos que se quiere abatir es la corrupción. Es decir, mientras la presencia delictiva siga siendo negocio para algunos funcionarios, jamás podremos a ser un país educado, culto y previsor.
Es más importante seguir alimentando la violencia y la delincuencia que educar a las futuras generaciones para ser gente de bien.