Todo tipo de protesta puede entenderse, razonarse,
justificarse incluso. La Constitución da a los mexicanos el derecho de
manifestarnos, y en ese sentido toda protesta pública puede considerarse
legítima, pero no es así cuando se trastocan los derechos de terceros, y más cuando
estos no tienen ninguna relación con el problema cuya solución se exige de
semejante manera.
Viene a colación lo anterior respecto al bloqueo
carretero que miembros de la Tribu Yaqui e integrantes del llamado Movimiento
Ciudadano en defensa del Agua o algo así, vienen realizando a la altura de
Vícam, situación ésta que ha provocado momentos de extrema tensión en toda esa
zona, incluso hasta con enfrentamientos a golpes entre personas afectadas (por
la protesta, obviamente), y que hasta esta mañana de miércoles continúa con
síntomas de agravarse de nuevo.
Al margen de lo que quiero comentar, vale decir que esta
situación se va a mantener mientras que los poderosos de la política sigan
midiendo fuerzas. No le veo mucho sentido estar reflexionando sobre quien tiene
o no la razón y si realmente se afecta al Sur de Sonora con el envío de agua a
Hermosillo y el largo etcétera. Esto es un asunto eminentemente político que ha
derivado en una atroz afectación a miles de personas, que son las que han
sufrido las consecuencias de la terrible soberbia que existe entre los “dueños
de los bats y las pelotas” en la política sonorense.
El problema que resulta más grave es lo que han padecido
millares de personas que han tenido el infortunio de atravesar por ahí, y que se
han enfrentado a la agresiva actitud de quienes pelean – dicen – por sus
derechos, que ven en cada suplicante viajero que literalmente ruega que le
permitan el cruce, a un potencial enemigo al que hay que hacerle pagar
consecuencias sobre responsabilidades ajenas. Y en esto van no solamente los yaquis,
sino hasta policías y uno que otro metiche.
Ejemplos concretos lo dan personas que tienen que llevar
a sus enfermos al Centro Médico de Occidente, dependiente del IMSS en Ciudad
Obregón, y a quienes hacen esperar hasta por cinco horas para poder atravesar,
con el grave riesgo de que uno de los enfermos empeore. Esto ocurre mientras
los poderosos de la política están tranquilamente en sus lujosas oficinas,
disfrutando de un estupendo clima y carcajeándose de los golpes asestados a sus
enemigos. Ese es su asqueroso juego mientras los más jodidos sufren.
El bloqueo llevó a abrir brechas para poder cruzar por
parte de gente que no puede esperar a que haya un espacio para seguir su camino
por la carretera. Hace unos días, un abusivo, prepotente y altanero miembro de
la Policía Estatal Investigadora, le quiso ordenar al chofer de uno de los autobuses
que traslada gente al IMSS de Cajeme que detuviera la marcha, todo por “sus
pistolas”. Por fortuna el chofer “se fajó”, y le dijo que los pasajeros eran su
responsabilidad, y que seguiría su camino a pesar de las arbitrarias
advertencias del policía. “detenme si quieres, yo voy a seguir”, le advirtió de
manera decidida. Ahí se le terminó la valentía al engreído ese.
Y algo que lamentablemente no se puede evitar “porque los
yaquis tienen sus propias leyes”, es el abuso que algunos miembros de la etnia
han venido cometiendo contra los viajeros que pretenden salir por las brechas.
Detienen los vehículos y piden dinero. Sí, piden dinero, y metros más adelante,
están otros con la misma exigencia: hombres, mujeres y niños. Eso aquí y en
China es un atropello descomunal, un abuso de yaquis aprovechados y ladinos que,
lejos de estar defendiendo “su” agua, utilizan la coyuntura para ROBAR a la
agobiada gente que tiene que pasar por ahí.
Señores de la política sonorense: déjense de payasadas y
olvídense un rato de sus absurdos rencores. Hagan sus disputas, sí, midan
fuerzas, compitan para ver quienes son los más poderosos en este juego tonto
que es la política. Deliberen, discutan, debatan, hagan lo que les de su
regaladísima gana, pero dejen de estar jodiendo al sonorense que sólo quiere tranquilidad.
Sus pleitos no tienen por qué llevarlos al escenario
público que agravia los derechos ciudadanos. Sus diferencias, sus venganzas,
sus rencores, manifiéstenlos en los espacios correspondientes, no en las vías
de comunicación que son para uso exclusivo del ciudadano que no roba, sino que
trabaja apenas para sobrevivir.
Este abuso ya está excedido. Dejen sus cuentos chinos
para otra ocasión y en paz a la ciudadanía.