La declinación de Antonio Astiazarán Gutiérrez a la competencia por la dirigencia estatal del PRI, tiene sus razones. No creo que haya tomado semejante decisión a la ligera. Más porque Toño sabe que en ello va implícito un obstáculo para continuar con su carrera política, algo en lo que el ex munícipe guaymense ha puesto un empeño de muchos años a la fecha.
Sin haber aún platicado con él, estoy convencido de que a Toño le costó mucho trabajo llegar a esa determinación. Si hubiera alcanzado la dirigencia priísta se hubiera puesto en una excelente posición en busca de uno de sus más anhelados propósitos: llegar algún día a ser gobernador sonorense. Las cosas, a partir de esto, se le complican bastante, y el buen Toño lo sabe.
Quiero creer que pesó más en el ánimo del también ex diputado federal la sugerencia de amigos y familiares, en el sentido de que las cosas no se veían venir bien. Hace tiempo escribí aquí mismo que, aún con todos los defectos que pueda tener el ex gobernador de Sonora Eduardo Bours Castelo, al menos supo ganarse la lealtad de muchos de los que fueron sus colaboradores. Y aún en las malas, Toño le ha sido leal a quien le ayudó bastante en su carrera política. Quizá no como éste lo merecía, pero lo apoyó.
Sin embargo, la figura del ex mandatario sonorense está demasiado maltratada en lo político, después de la descomunal derrota que sufrió en sus intentos por imponer como Gobernador a Alfonso Elías Serrano. En consecuencia muy natural, todo lo que huela a “boursismo” en estos momentos carece de confianza por parte de un segmento muy importante del priísmo sonorense. Aún entre aquellos que hasta el 5 de Julio seguían creyendo en el poder indestructible del cajemense. Simplemente, ya no quieren saber del soberbio propietario absoluto del PRI-Sonora.
Esa es la razón por la que se advertía muy complicado que Toño pudiera llegar a la dirigencia tricolor en Sonora. Además de que en cierto modo, mantenía en indecisión a priístas que aún pretenden rescatar a su partido de la tumba en la que se encuentra actualmente. Y en ese aspecto, considero que Toño sí está convencido cuando asegura que no iba a ser él factor de división dentro de un partido que lo que más requiere en estos momentos es la unidad de su militancia, para tratar de resarcir el daño que se le hizo en los últimos seis años.
En política los sacrificios también existen. Y ahora le tocó al guaymense declinar (quizá muy dolorosamente) a sus legítimas aspiraciones por tratar de recuperar el terreno perdido por el grupo político al que pertenece.
Quizá fue lo mejor, quizá no. El tiempo será el que se encargue de definir las cosas.
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NO SÉ de quien fue la idea, pero creo que en Guaymas nuevamente se está cometiendo el grave error de destinar los sitios para el esparcimiento familiar en vulgares antros de vicio, donde el consumo de drogas y alcohol se convierte en un espectáculo muy natural. Me refiero obviamente a los bailes públicos que se están realizando en el monumental malecón turístico.
La madrugada de este domingo se observó, de nuevo, un espectáculo por demás deprimente. Como sucede cada vez que se presenta el grupo “La Concentración”, el área donde comúnmente conviven familias enteras se convirtió en la clásica concentración (valga la redundancia) de pandillas de “cholos”, algunos de los cuales, como era de esperarse, se trenzaron a golpes en una impresionante batalla campal, que seguramente dejó la nariz rota a varios de ellos. Por fortuna nada más eso.
Pero bueno, a lo que me refiero a que de nueva cuenta, es en Guaymas donde se pone el ejemplo, sobre la manera tan fácil en que se permite la promoción del consumo de bebidas alcohólicas en sitios donde se ha vuelto costumbre exista la convivencia entre familias. Habiendo tantos espacios donde pudieran desarrollarse esos bailes públicos, que dicho sea de paso ya ni negocio representan para sus promotores, se esté aprovechando un área tan atractiva para muchas otras cosas más, entre éstas la promoción de actividades culturales y recreativas.
No se vale. Está bien que las cervecerías quieran hacer negocios. Para eso están. Y que los promotores sigan haciendo su luchita a través de estos eventos. Pero lo que no es válido es que las autoridades se conviertan en cómplices del desenfreno y el desorden permitiendo que sea precisamente ahí donde se hagan esos escandalosos bailes. Las familias que se animan a asistir al malecón en fechas así, necesariamente tienen que convivir con “cholos”, prostitutas, borrachos y drogadictos.
El malecón es un atractivo turístico. Pero además es un excelente lugar para las familias guaymenses. Nadie tiene derecho a utilizar estos espacios públicos para hincharse los bolsillos de dinero. Menos aún con la brutal promoción al consumo de enervantes de todo tipo.
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