En tanto no exista una coordinación entre las policías de los distintos niveles, es absurdo pensar que los niveles de delincuencia se van a reducir. Porque es precisamente esa descoordinación entre los “encargados” de la seguridad ciudadana lo que los vuelve cómplices de los amantes del delito, por lo que la comunidad se encuentra literalmente en manos de éstos.
Hay mucho de qué hablar al respecto. La policía preventiva tiene mil argumentos para justificar la imprevención del delito. Lo más recurrente: falta de unidades, elementos no preparados y mucho menos capacitados, pocas consideraciones al desempeño de su trabajo (si disparan un arma tienen que pagar los tiros, y si quieren uniforme nuevo tienen que cubrir por lo menos la mitad de su costo) y muchos otros pretextos más que derivan en la inseguridad pública.
Algunos otros se quejan de los riesgos que corren al capturar a delincuentes peligrosos que más tardan en caer en sus manos que el ministerio público en liberarlos. Y tampoco tratan de indagar en la investigación de delitos cometidos porque los elementos de la Policía Estatal Investigadora se “encelan” y les ordenan dejarles esa responsabilidad a ellos. Finalmente, los investigadores nunca investigan, y antes bien están más ocupados en velar por su propia seguridad, particularmente la económica. Tienen muchas formas de lograrlo.
Y de la policía federal nada se puede esperar. Una representación local de la PGR que no ve absolutamente nada. En Guaymas estamos jodidos en ese aspecto, porque aquí llegan puros agentes del MP Federal y agentes completamente ciegos, que no ven nada, que solamente se la llevan tomando refrescos y presumiendo sus armas con quienes pasan por el lugar donde tienen sus instalaciones, pero en cuestión de efectividad en sus tareas dejan mucho que desear. Para qué entrar en detalles si sabemos de sobra de lo que se trata.
Y en todo este contexto, la ciudadanía está “frita” ante el actuar de la delincuencia, apoyada ésta incluso por importamadrismo legislativo, toda vez que los encargados de crear leyes que sancionen con más dureza el delito, en este caso los diputados, están más ocupados buscando nuevas posiciones políticas regalando balones y costales de arroz, en vez de ponerse a legislar decentemente.
No vamos tan lejos: aquí se ha desatado una ola imparable de robos de acumuladores de vehículos y piezas de cobre, fierro y bronce. Todos los días… repito.. ¡todos los días! se reportan robos de tubería de cobre, medidores del consumo de agua, tapaderas de alcantarillas, piezas de fierro en los panteones y baterías de carros. Todos sabemos a donde va a parar eso, porque se hace a plena luz del día: en las chatarreras y en los lugares donde compran los acumuladores sin preguntar su origen.
En Sonora no se castiga a un comerciante en cuyo establecimiento, en este caso una chatarrera, se encuentren artículos robados. Simplemente con devolverlos el asunto queda resuelto. Sin embargo, estos reciben el material robado y de inmediato proceden a su fundición. De tal forma que si la policía llega y no encuentra nada, pues… no hay delito que perseguir.
Esto obviamente no causa la más leve mortificación de quienes debieran modificar las leyes, de tal forma que hoy en día ya resulta prácticamente imposible dormir tranquilo con el carro estacionado en la banqueta, y menos aún si la tubería de cobre está por fuera de casa. Los únicos que duermen tranquilos son los señores diputados.
En tales circunstancias, la inseguridad seguirá prevaleciendo, porque nadie, absolutamente nadie puede frenar esta terrible ola de robos que estamos viviendo. Lo peor de todo es que si usted quiere tomar justicia por su propia mano y pretende darle una paliza a quien quiere robarle, debe prepararse para ser víctima, en cualquier momento y en el mejor de los casos, de la venganza de los maleantes. Esto lo digo porque si lo sorprende la policía a usted “surtiendo” a golpes a un delincuente, lo más seguro es que el futuro preso sea usted mismo. Así están las cosas.
No existe interés alguno en trabajar en beneficio de la comunidad. Cada quien trabaja por su lado y bajo sus propios principios, los cuales, por cierto, nada tienen que ver con el compromiso de garantizar seguridad al ciudadano.
Y así las cosas, cuando vea que un delincuente está robando en su casa o la batería de su carro, pues… ¡échele porras!
Es lo mejor, ¿no cree? De todas formas el ciudadano siempre sale perdiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario