No sé si se acabe el tiempo o lo tengan de sobra, pero lo que sí es cierto es que en el PRI ya “se les hizo bolas el engrudo”, y la designación del nuevo dirigente del partido se ha convertido, como se esperaba, en un pleito de fieras rabiosas, por lo que está muy lejana la posibilidad de que los tricolores alcancen la unidad que tanto pregonan en sus discursos pero que desbaratan en sus acciones. Ninguna de las opciones manejadas hasta ahora ha servido para pensar en un llamado “candidato de unidad”. En todos y cada uno de los casos, hay cuestionamientos lo suficientemente duros para pensar que el pleito apenas comienza, y que tendrá sus momentos más álgidos a partir del momento en que, necesariamente, se tenga que tomar una decisión final. Se sobre entiende que en el PRI se están preparando para una nueva derrota en 2012 en Guaymas. Es complicado pensar que el partido se pueda recuperar en tan poco tiempo previo al proceso electoral. Luego entonces, lo que realmente está en disputa entre los grupos tricolores son las regidurías del próximo Ayuntamiento, que finalmente, en estos momentos, es a lo más que pueden aspirar. Y en todo este contexto, quienes realmente están resultando más “raspados” son los dos únicos aspirantes a la alcaldía con verdaderas posibilidades de dar la pelea en la lisa electoral del año próximo. Cualquiera de los dos que sea el candidato oficial podría “remar contra la corriente” en su campaña de proselitismo, por tener el “apoyo” de un partido émulo (en estos momentos) del auto destructivo PRD. Por eso, tanto José Luis Marcos León Perea como Otto Claussen Iberri deben ser parte activa en la definición de la nueva dirigencia priísta. A quien sea postulado candidato --si es que la designación de éste no se convierte en otra “cena de negros” y los resultados son distintos-- no le conviene llegar al inicio de una campaña en busca del voto con semejantes enfrentamientos internos. Y quien también debe “parar las antenas” en torno a la situación de Guaymas es la dirigente estatal Claudia Pavlovich Arellano, toda vez que en lo que sigue siendo su incipiente labor al frente de los tricolor sonorenses, no creo que le resulte tan cómodo no poder ni siquiera designar a un delegado para los trabajos de reconstrucción de la dirigencia local. Hasta absurdo resulta que en la cuna del priísmo nacional se estén dando estos enfrentamientos, consecuencia natural de las ambiciones personales de unos cuantos, que para seguir dependiendo del erario son capaces de “vender su alma al Diablo”, entrando en sucios tratos con otros partidos políticos y seguir pegados así a la ubre presupuestal. En el priísmo no se dan cuenta de la manera tan fácil que les están acomodando la victoria a los panistas, quienes con una definición bastante anticipada están dando una mejor muestra de institucionalidad.
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