Obviamente, damos el lugar propio al cumplimiento de nuestras convicciones religiosas, entre las que se contempla precisamente estar siempre fortaleciendo la unión familiar. Y eso, amigo lector, créame que nos alimenta espiritualmente en grado sumo. Cuando esto termina, uno llega regularmente con más energía para seguir en la brega, buscando siempre el pan diario pero con más entusiasmo.
Por eso ayer, cuando rematábamos festejando el cumpleaños de Tía Ana, el primo Alex me preguntaba que si qué me había parecido el festejo en San Carlos y los más recientes movimientos políticos. Le respondí lo que es cierto: no sé. Estos días me alejo totalmente de mi trabajo, me desconecto de la rutina diaria y nos dedicamos sólo a cosas positivas. Ni siquiera sabía, hasta hace un rato, cuántas personas habían venido a San Carlos.
Ya volviendo lentamente a la rutina, me entero que dos personas fallecieron en ese lugar durante los días vacacionales, uno de ellos atropellado y el otro victimado, al parecer, por la delincuencia organizada. Todo indicaba que fue un asunto entre gente peleada con la Ley, puesto que compañeros del occiso portaban armas. La Semana Santa, entonces, no pudo ser blanca. No creo que se animen a anunciarla así las autoridades después de lo ocurrido.
Me enteré también del escandalito que protagonizó un juniorcete, miembro de la más prominente familia de Ciudad Obregón, quien evidentemente alcoholizado provocó un choque y después un desaguisado con elementos policiacos, obviamente envalentonado por la poderosa situación económica en la que viven todos ellos. Lo lamentable en esto es en que las autoridades panistas volvieron a caer en el más sucio acuerdo con los ricos: lo dejaron en libertad de inmediato.
No me lo crean a mi, pero por ahí corrió la versión de que esto fue consecuencia también de la intervención telefónica del hombre fuerte de la seguridad pública en Sonora. Simplemente dio la orden: “liberen inmediatamente sin tocarle un vello al hijo de mi amigo, el mismo que me dio la chamba que otros me respetaron”, aún cuando supuestamente eran enemigos políticos.
La gata es la misma, simplemente le dieron una pequeña revolcada. Lo cuestionable es que esos tratos no se dan a los “pelados”, a los que simplemente por bajar el sípper de la bragueta ya con considerados como los delincuentes más peligros, y como tal son tratados. Las mismas pinches diferencias que se acostumbraron durante 70 años de mandato dictatorial. Ya estamos en las mismas. Y perdóneme la expresión, pero no deja de dar coraje.
Lo feo en esto es que ya se perdió el decoro. Por ahí corre otra versión, muy preocupante por cierto. Se dice que conocido funcionario público borró de un plumazo cuanta solicitud se hizo, y se adueñó de los baños públicos durante todos estos días. Se habla ya de utilidades millonarias, por lo que no estaría de más el inicio de una buena investigación al respecto. Que no va a pasar nada, ya lo sé, porque insisto, es la misma gata. Pero de perdida para que sepamos quienes son los que nos gobiernan.
Bueno, dejemos así las cosas por la pronto. Denme este día para ponerme al corriente, y ya mañana estaremos de nuevo en contacto.
Dios los bendiga siempre.
Por eso ayer, cuando rematábamos festejando el cumpleaños de Tía Ana, el primo Alex me preguntaba que si qué me había parecido el festejo en San Carlos y los más recientes movimientos políticos. Le respondí lo que es cierto: no sé. Estos días me alejo totalmente de mi trabajo, me desconecto de la rutina diaria y nos dedicamos sólo a cosas positivas. Ni siquiera sabía, hasta hace un rato, cuántas personas habían venido a San Carlos.
Ya volviendo lentamente a la rutina, me entero que dos personas fallecieron en ese lugar durante los días vacacionales, uno de ellos atropellado y el otro victimado, al parecer, por la delincuencia organizada. Todo indicaba que fue un asunto entre gente peleada con la Ley, puesto que compañeros del occiso portaban armas. La Semana Santa, entonces, no pudo ser blanca. No creo que se animen a anunciarla así las autoridades después de lo ocurrido.
Me enteré también del escandalito que protagonizó un juniorcete, miembro de la más prominente familia de Ciudad Obregón, quien evidentemente alcoholizado provocó un choque y después un desaguisado con elementos policiacos, obviamente envalentonado por la poderosa situación económica en la que viven todos ellos. Lo lamentable en esto es en que las autoridades panistas volvieron a caer en el más sucio acuerdo con los ricos: lo dejaron en libertad de inmediato.
No me lo crean a mi, pero por ahí corrió la versión de que esto fue consecuencia también de la intervención telefónica del hombre fuerte de la seguridad pública en Sonora. Simplemente dio la orden: “liberen inmediatamente sin tocarle un vello al hijo de mi amigo, el mismo que me dio la chamba que otros me respetaron”, aún cuando supuestamente eran enemigos políticos.
La gata es la misma, simplemente le dieron una pequeña revolcada. Lo cuestionable es que esos tratos no se dan a los “pelados”, a los que simplemente por bajar el sípper de la bragueta ya con considerados como los delincuentes más peligros, y como tal son tratados. Las mismas pinches diferencias que se acostumbraron durante 70 años de mandato dictatorial. Ya estamos en las mismas. Y perdóneme la expresión, pero no deja de dar coraje.
Lo feo en esto es que ya se perdió el decoro. Por ahí corre otra versión, muy preocupante por cierto. Se dice que conocido funcionario público borró de un plumazo cuanta solicitud se hizo, y se adueñó de los baños públicos durante todos estos días. Se habla ya de utilidades millonarias, por lo que no estaría de más el inicio de una buena investigación al respecto. Que no va a pasar nada, ya lo sé, porque insisto, es la misma gata. Pero de perdida para que sepamos quienes son los que nos gobiernan.
Bueno, dejemos así las cosas por la pronto. Denme este día para ponerme al corriente, y ya mañana estaremos de nuevo en contacto.
Dios los bendiga siempre.
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