En los tiempos pre-electorales, es común que haya gente que, sintiéndose con la solvencia general para aspirar a un cargo público, inicie una etapa de auto proyección personal, con evidentes (y hasta sanos si se quiere) propósitos de posicionarse ante la opinión pública con vista a una eventual participación directa en un proceso de proselitismo. Todo es válido, dependiendo de muchas circunstancias.
En lo personal, he seguido el marcado interés que han mostrado el ingeniero César Lizárraga Hernández y Alonso Arriola Escutia, Alcalde y Secretario del Ayuntamiento de Guaymas, respectivamente, por ser candidatos. Están abiertamente en campaña de promoción de sus aspiraciones, de una forma en que ya no queda lugar a dudas de que pretenden estar en el juego electoral.
Reitero que los propósitos personales pueden ser sanos. A nadie se le puede negar que quiera hacer una trayectoria política, y si la persona se siente con la suficiente solvencia, sobre todo moral, para buscar un cargo público o bien continuar dentro del servicio público, pues puede ser válido que se dedique con empeño a alcanzar sus objetivos.
Hay algunos aspectos que en lo personal me llaman la atención. Ambos han hecho una muy sólida mancuerna al frente del municipio. Mucho se ha dicho y escrito sobre presuntas diferencias personales entre ambos, pero los hechos demuestran absolutamente todo lo contrario. César y Alonso son el uno para el otro, son amigos, son socios, son confiables mutuamente. Ni los más duros comentarios sobre supuestas enemistades han hecho mella a esa relación.
De lo que han hecho dentro del Municipio les parte la idea de continuar, no solamente controlando el manejo público en Guaymas, sino llegar al seno del Congreso del Estado para ofrecer más apoyo al tipo de gobierno que César ha aplicado, sistema en el que la voluntad del Secretario pesa por encima de la opinión de cualquier otro funcionario. La voz de Alonso es el pensamiento de César, y viceversa. Ambos son el gobierno.
Sin embargo, creo que es importante hacer unas reflexiones sobre las pretensiones de uno y otro. Este Ayuntamiento se ha visto envuelto en una serie de situaciones que pienso que debieran ser incómodas para ellos. Una de las más delicadas es la que se refiere al asunto de las lámparas del alumbrado público, tema en el que mucho se ha ahondado ya, y que hasta la fecha no ha arrojado nada claro por parte de quienes gobiernan al Municipio.
César no ha desmentido los serios cuestionamientos que se han hecho, y antes bien optó por dejar todo en manos de las autoridades superiores. El debate se recrudece y se tranquiliza, pero está vivo. Se habla de más de 40 millones de pesos cuya aplicación no está del todo clara, sobre todo porque muchos sectores de Guaymas, incluyendo el centro de la ciudad, se encuentran prácticamente en tinieblas. El Munícipe había dicho que ese dinero era para iluminar en su totalidad la ciudad. Un día de éstos lo invitaré a que se de un paseo nocturno por la calle 13, por mencionar uno de los sectores oscuros del casco urbano.
Por otra parte, es de reconocerse, inclusive de “echar vivas” al Municipio por la obra de pavimentación que se realiza en varias colonias. La imagen ha cambiado por completo, sobre todo cuando se usa concreto para cubrir las calles. Todo estaría muy bien, pero existe la marcada sospecha de que de todas estas obras, grandes cantidades de dinero van a parar a las cuentas bancarias del Alcalde y su Secretario. Ninguno de los dos se ha encargado de hacer las aclaraciones pertinentes. Es decir, existe una duda en torno a ese asunto que debiera hacerlos sentir incómodos, sobre todo por sus pretensiones políticas.
¿Qué respondería César si, ungido que fuere como candidato a diputado local, se le cuestionara sobre el asunto de las lámparas y la oscuridad reinante en Guaymas? ¿Cómo explicaría que se gastaron 40 millones de pesos en la renta de lámparas que jamás llegaron a la calle 13 y a muchas otras calles de la ciudad? Quiero pensar que el alcalde, en caso de ser candidato, ya tiene preparado “el as bajo la manga” para dar una amplia explicación en torno a ese tema.
¿Qué respondería Alonso si lograra la candidatura para alcalde y se le volvieran a hacer esos delicados cuestionamientos en torno al presunto beneficio económico que, en enormes cantidades ha recibido con la pavimentación de calles? ¿Cómo va a explicar la relación que lleva con el constructor consentido del Municipio, Jesús Saldaña, a quien se le han obsequiado la mayor parte de las obras como consecuencia de la íntima relación que lleva con él? También aquí quiero pensar, si es que no peco de inocente, que nada tiene que ver en la cobranza de esas obras, pero que lo está guardando para explicarlo ya cuando llegare a ser candidato a alcalde.
Tengo entendido que a ambos se les ha advertido que debieran apaciguar sus ansias electorales, pero igual han continuado con su actitud rebelde y pretenden a toda costa apropiarse de esas candidaturas. No sé que tanto haya de cierto en eso, pero lo que sí debo decir es que me sigue pareciendo muy extraño que ni el mismo Gobierno del Estado haya intervenido, hasta ahora, en el desorden que priva al interior del Municipio.
No entiendo de donde surgen estas actitudes, y eso sí debiera preocuparnos a los guaymenses. Tanto uno como el otro han atropellado a quienes se les han puesto enfrente, incluyendo a los medios de comunicación, un recurso de elemental importancia para todo aquel que aspira a un cargo público. Ellos, sin embargo, han mostrado un absoluto desdén hacia ese sector, al cual tendrán que recurrir si es que acaso alcanzan sus objetivos electorales.
Quien aspira a un cargo público necesita tener su imagen completamente limpia. Me preocupa, como ciudadano, que ellos no le estén dando importancia a eso. Antes bien, pareciera que se esfuerzan día a día a hacerlo cada vez peor.
En lo personal, he seguido el marcado interés que han mostrado el ingeniero César Lizárraga Hernández y Alonso Arriola Escutia, Alcalde y Secretario del Ayuntamiento de Guaymas, respectivamente, por ser candidatos. Están abiertamente en campaña de promoción de sus aspiraciones, de una forma en que ya no queda lugar a dudas de que pretenden estar en el juego electoral.
Reitero que los propósitos personales pueden ser sanos. A nadie se le puede negar que quiera hacer una trayectoria política, y si la persona se siente con la suficiente solvencia, sobre todo moral, para buscar un cargo público o bien continuar dentro del servicio público, pues puede ser válido que se dedique con empeño a alcanzar sus objetivos.
Hay algunos aspectos que en lo personal me llaman la atención. Ambos han hecho una muy sólida mancuerna al frente del municipio. Mucho se ha dicho y escrito sobre presuntas diferencias personales entre ambos, pero los hechos demuestran absolutamente todo lo contrario. César y Alonso son el uno para el otro, son amigos, son socios, son confiables mutuamente. Ni los más duros comentarios sobre supuestas enemistades han hecho mella a esa relación.
De lo que han hecho dentro del Municipio les parte la idea de continuar, no solamente controlando el manejo público en Guaymas, sino llegar al seno del Congreso del Estado para ofrecer más apoyo al tipo de gobierno que César ha aplicado, sistema en el que la voluntad del Secretario pesa por encima de la opinión de cualquier otro funcionario. La voz de Alonso es el pensamiento de César, y viceversa. Ambos son el gobierno.
Sin embargo, creo que es importante hacer unas reflexiones sobre las pretensiones de uno y otro. Este Ayuntamiento se ha visto envuelto en una serie de situaciones que pienso que debieran ser incómodas para ellos. Una de las más delicadas es la que se refiere al asunto de las lámparas del alumbrado público, tema en el que mucho se ha ahondado ya, y que hasta la fecha no ha arrojado nada claro por parte de quienes gobiernan al Municipio.
César no ha desmentido los serios cuestionamientos que se han hecho, y antes bien optó por dejar todo en manos de las autoridades superiores. El debate se recrudece y se tranquiliza, pero está vivo. Se habla de más de 40 millones de pesos cuya aplicación no está del todo clara, sobre todo porque muchos sectores de Guaymas, incluyendo el centro de la ciudad, se encuentran prácticamente en tinieblas. El Munícipe había dicho que ese dinero era para iluminar en su totalidad la ciudad. Un día de éstos lo invitaré a que se de un paseo nocturno por la calle 13, por mencionar uno de los sectores oscuros del casco urbano.
Por otra parte, es de reconocerse, inclusive de “echar vivas” al Municipio por la obra de pavimentación que se realiza en varias colonias. La imagen ha cambiado por completo, sobre todo cuando se usa concreto para cubrir las calles. Todo estaría muy bien, pero existe la marcada sospecha de que de todas estas obras, grandes cantidades de dinero van a parar a las cuentas bancarias del Alcalde y su Secretario. Ninguno de los dos se ha encargado de hacer las aclaraciones pertinentes. Es decir, existe una duda en torno a ese asunto que debiera hacerlos sentir incómodos, sobre todo por sus pretensiones políticas.
¿Qué respondería César si, ungido que fuere como candidato a diputado local, se le cuestionara sobre el asunto de las lámparas y la oscuridad reinante en Guaymas? ¿Cómo explicaría que se gastaron 40 millones de pesos en la renta de lámparas que jamás llegaron a la calle 13 y a muchas otras calles de la ciudad? Quiero pensar que el alcalde, en caso de ser candidato, ya tiene preparado “el as bajo la manga” para dar una amplia explicación en torno a ese tema.
¿Qué respondería Alonso si lograra la candidatura para alcalde y se le volvieran a hacer esos delicados cuestionamientos en torno al presunto beneficio económico que, en enormes cantidades ha recibido con la pavimentación de calles? ¿Cómo va a explicar la relación que lleva con el constructor consentido del Municipio, Jesús Saldaña, a quien se le han obsequiado la mayor parte de las obras como consecuencia de la íntima relación que lleva con él? También aquí quiero pensar, si es que no peco de inocente, que nada tiene que ver en la cobranza de esas obras, pero que lo está guardando para explicarlo ya cuando llegare a ser candidato a alcalde.
Tengo entendido que a ambos se les ha advertido que debieran apaciguar sus ansias electorales, pero igual han continuado con su actitud rebelde y pretenden a toda costa apropiarse de esas candidaturas. No sé que tanto haya de cierto en eso, pero lo que sí debo decir es que me sigue pareciendo muy extraño que ni el mismo Gobierno del Estado haya intervenido, hasta ahora, en el desorden que priva al interior del Municipio.
No entiendo de donde surgen estas actitudes, y eso sí debiera preocuparnos a los guaymenses. Tanto uno como el otro han atropellado a quienes se les han puesto enfrente, incluyendo a los medios de comunicación, un recurso de elemental importancia para todo aquel que aspira a un cargo público. Ellos, sin embargo, han mostrado un absoluto desdén hacia ese sector, al cual tendrán que recurrir si es que acaso alcanzan sus objetivos electorales.
Quien aspira a un cargo público necesita tener su imagen completamente limpia. Me preocupa, como ciudadano, que ellos no le estén dando importancia a eso. Antes bien, pareciera que se esfuerzan día a día a hacerlo cada vez peor.
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