Toda administración pública municipal tiene, tanto en Servicios Públicos Municipales, como en la Dirección de Seguridad Pública, su “Talón de Aquiles”. Son ambas dependencias por lo regular el principal dolor de cabeza para quien dirige un municipio. Cuando hay fallas en una o en otra, se pone en grave riesgo la imagen de un Ayuntamiento, inclusive en términos generales.
Ninguna administración queda exenta de ello. Para cualquier alcalde resulta muy complicado controlar lo que ocurre al interior de las policías municipales, donde se cuenta con elementos entregados con verdadera vocación de servicio , dispuestos a “jugársela” todos los días en el afán exclusivo de ser una garantía para la seguridad de los demás. Pero donde existen también malos elementos, cuya función viene a “dar al traste”, en ocasiones, con toda la imagen positiva que se quiera dar a la corporación.
Es totalmente comprensible entonces que si el comandante operativo José Francisco González Tapia incurrió en abusos de autoridad, se exija no solamente su destitución, sino además hacerse responsable de las acciones por él realizadas, mismas que han dejado como consecuencia la protesta, totalmente justificada, de los familiares de un joven que estaría encerrado acusado por el policía de haber participado en un asalto sin que sea cierto. En la protesta, exigen también la destitución de un Secretario de Acuerdos del Ministerio Público por seguirle el juego al policía conocido como “Pancho Tapia”.
Casos como estos indignan a la sociedad, la cual se sigue preguntando “¿en manos de quien estamos?” Por eso insisto en que la muy airada protesta de los familiares del joven tiene sus sólidos argumentos. Están en todo su derecho de pedir a la autoridad que sancione la actitud de ambos funcionarios, y creo que en casos como éstos, la autoridad está obligada a atender sus peticiones. Ya está bueno de actitudes prepotentes por parte de quienes están obligados a velar por la seguridad de los demás.
Sin embargo, lo lamentable en todo esto, es que el legítimo enojo de los familiares del muchacho detenido, se utilice como una potencial arma para satisfacer intereses cien por ciento políticos, en la que se involucran gentes evidentemente interesadas en figurar en el próximo proceso electoral, y de paso tratar de inhibir la posible participación de Javier Caraveo Rincón en una candidatura.
Siempre lo he dicho: usar los problemas sociales para apoyar intereses políticos es asqueroso. Y aquí, gente relacionada con el PRI y el PRD se fueron “colando” hábilmente en el asunto hasta ser algunos de ellos los que literalmente encabezaron la marcha de protesta del pasado lunes. Es decir, el abuso de autoridad del llamado “Pancho Tapia” les está resultando muy oportuno en momentos en que pretenden posicionar a algunas conocidas figuras de frente al período electoral. Ese es el único mezquino interés.
De Humberto Altamirano Moreno alias “El Carretes” no me extraña. Este hombrecillo que no se resigna a su vejez y sueña con volver a estar dependiendo del erario, es totalmente manipulado por gente del PRI para cualquier movimiento que vaya en contra de una administración ajena al tricolor. Ya lo ha hecho en múltiples ocasiones, y ahí está de nuevo.
Exponiendo personalmente una honestidad de la que nunca hizo gala mientras estuvo en la policía, “El Carretes” acusa abusos de autoridad cuando él, por décadas, se dedicó a darle la más pobre imagen que se pueda tener de una corporación policiaca. “El burro hablando de orejas”, reza un viejo refrán.
Me decepciona la participación de la señora Elvia Ávalos Román, a quien cuando conocí ubicaba yo como una combativa perredista, de la gente digna que milita en partidos de izquierda y con una convicción a toda prueba. Hoy reaparece como en los últimos períodos electorales, con el propósito de ser tomada en cuenta para regresar a la regiduría que ocupó durante la administración de Samuel Rodríguez Sánchez, a quien lo apoyó en sus intentos de autoconsumo cuando aquel asunto de “La Cobacha”. A eso se circunscribe su lamentable participación en estos menesteres.
De Reynaldo Rodríguez Ortiz tampoco me extraña, puesto que ha sido enemigo consumado de la actual administración de la cual es regidor, frustrado tras haber resultado inútil su intento de regresar como alcalde. Reynaldo nunca ha podido aceptar que los empalmenses ya no lo quisieron en el servicio público, lo cual quedó demostrado en par de ocasiones: cuando renunció como Presidente Municipal para ir a perder la competencia por la diputación local, y cuando cayó derrotado en su segundo intento de ser alcalde.
A los empalmenses debe quedarles claro cuales son los verdaderos propósitos de quienes participan en este movimiento. Los familiares tienen sobrada razón para seguir insistiendo en que se castigue a quienes abusaron de su autoridad y mantienen cautivo a un muchacho presuntamente inocente. Es más, me atrevo a invitarlos a que se vayan hasta las últimas consecuencias en su reclamo, hasta que logren la liberación del joven.
Pero quienes pretenden desestabilizar la figura de Caraveo Rincón sólo con el mezquino propósito de ganar votos para sus intereses políticos, debe dárseles lo único que merecen: el repudio.
Con el dolor y la angustia de la gente, señores y señoras “políticos”, no se juega.
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