Ayer por la tarde estaba por rumbos de la calle 10, cuando vi pasar, con marcado exceso de velocidad pero con torretas encendidas y “sirenas” abiertas, tres patrullas de la policía municipal. En media iba una ambulancia que de momento no identifiqué. Pensé en lanzarme a la busca de la noticia pero muy rápido los perdí de vista. Iban muy recio. No pasó mucho tiempo para enterarme de que llevaban a uno de los lesionados en la balacera que se registró poco antes en San Carlos.
El hecho en sí, como creo que sucedió con la mayoría de los guaymenses, me impresionó. Todavía en mi ciudad no nos acostumbramos a que el país está convulsionado por la delincuencia, y un hecho de esta naturaleza nos impresiona. Es decir, como que ya nos acostumbramos a leer las noticias nacionales que hablan de hechos violentos, pero no aceptamos que aquí también pueden suceder. Ahí están los hechos.
Estamos los mexicanos por entrar a una nueva etapa política. Tras 12 años de dominio panista en el gobierno federal, el PRI regresa al control, y se presupone que las cosas cambiarán. Para bien o para mal, aún no lo sé, pero van a cambiar. Y en medio de todo esto, hay quienes advierten que llegando Enrique Peña Nieto al Gobierno de la República, como por arte de magia se ven a terminar los crímenes y demás hechos violentos en todos los rincones del país.
En lo personal, no cuestiono mucho la decisión de Felipe Calderón Hinojosa de enfrentar al crimen organizado en México. La posición de quienes se dedican a delinquir ya era muy descarada y hacía falta un freno. Sí creo que se fue perdiendo el control a como reaccionaron los maleantes, pero también siento que era necesario aplicar la fuerza del Estado para tratar de terminar con un cáncer social que, sin embargo, pareciera crecer cada día más.
La llegada de nuevos colores al Gobierno mexicano podría sacar al Ejército de las calles e inhibir un poco la presencia de policías federales en pos de la delincuencia. Pero debe entenderse que eso no va a convertir en unas almas de la caridad a quienes están inmersos en la búsqueda del control de la venta de drogas en el país. Esa guerra ya está declarada, y en eso nada tiene que ver autoridad alguna. Y con todo y que Peña Nieto, inclusive, negociara con los criminales una tregua, estos por su cuenta seguirán tundiéndose con todo lo que le tengan a la mano. Sus intereses son muy altos.
Es decir, si el gobierno del PRI continúa la persecución de delincuentes o si bien radicalmente la frena de golpe, las calles ya están llenas de personas que obedecen a los intereses de los amos de los cárteles en el país, y éstos van a continuar tratando desenfrenadamente de aniquilarse unos a otros. La búsqueda del exterminio mutuo no tiene nada que ver con acuerdos o desacuerdos con quienes gobiernan a los mexicanos.
La reconstrucción del país en ese aspecto va a llevar muchos años. Lamentablemente como sociedad permitimos que la educación y los valores se fueran perdiendo, de tal forma que hoy en día, el consumo de drogas y la delincuencia ya es un problema muy arraigado, sobre todo en la gente joven, que no encuentra una diferencia negativa en ello. Simplemente se acostumbraron a vivir así. Un joven hoy en día no entiende lo que es un mundo con poca delincuencia como hace todavía veinte años atrás.
Si algo bueno puede hacer el virtual gobierno, es reiniciar, pero en serio, el rescate de los valores de una sociedad que está más habituada a vivir en medio de delincuentes. Mientras desde las altas cúpulas del mandato en el país se ignore la necesidad de darle un giro radicalmente positivo a la educación, la formación callejera seguirá arrojando más sicarios a las calles. Mientras se siga rechazando la posibilidad de ofrecer un mejor futuro a la juventud mexicana, tenemos que hacernos a la idea de que este problema no se va a terminar.
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