Bueno, después de un viaje ultra relámpago a la urbe de
modernidad y belleza, Chicago, Illinois, nos reintegramos a nuestras diarias
actividades, con el sano propósito de no volver a permitir la desactualización
de nuestro sitio. Saludos a todos.
Lo que pasó este martes en la sala de Cabildos, en que
decenas de padres de familia del Cbtis 40 literalmente estallaron y empezaron a
asumir una posición que advierte acciones más enérgicas, ya era de esperarse.
Es más, considero que se habían tardado demasiado, tomando en cuenta que lo que
se está perjudicando es la educación de sus hijos.
Hace algunas semanas comentábamos aquí mismo que el
asunto de lo que antes fue un prestigiado plantel, estaba por desbordarse y que
urgía la intervención de las autoridades federales educativas, porque se estaba
tomando con demasiada tibieza. Se le quiso dar la importancia de un “pleito de
comadres”, y ahora se transforma en un problema social que podría llegar a
consecuencias todavía más lamentables.
La mayoría de los padres que estuvieron presentes en la
reunión de marras, con funcionarios que al menos en apariencia mostraron servir
para maldita la cosa, son los que no están ni de parte de los maestros que
exigen la salida de la directora Magaly Arreola ni de parte de esta. Son los
que están extremadamente inconformes porque sus hijos se están quedando sin
estudiar, y con sobradísima razón están exigiendo, ya casi a gritos, que las
clases de reanuden de manera normal.
Es de lamentarse que un cambio de dirección en el plantel
haya terminado en esto. Hay dos versiones, una la que habla de una directora
autoritaria y represiva que llegó a imponer una autoridad fuera de orden, lo
cual despertó la ira de los maestros que decidieron emprender la busca de su
destitución, y la otra, la de una directora que llegó a tratar de imponer orden
en una institución donde era una costumbre el manoteo y la irresponsabilidad de
quienes están obligados, presuntamente, a dar educación a los estudiantes. Se
sintieron agredidos porque advirtieron que se terminarían sus flojeras y
privilegios, y ahora quieren que se vaya.
Cualquiera de las dos no es razón suficiente para que, de
manera tan irresponsable y grosera, maestros y autoridades permitan que los
estudiantes se queden sin su legítimo derecho de aprender. Y este elemental
privilegio se lo están pasando como papel de sanitario, porque lo que empezó
como unas diferencias que pidieron ser conciliables en principio, se
convirtieron en una guerra sin cuartel donde se busca imponer la razón a costa
de lo que sea, inclusive del perjuicio de los muchachos que sólo quieren
estudiar.
En Guaymas estamos acostumbrados a los conflictos
sociales, pero esto ya pasó de la raya. El asunto crece sin control,
permitiendo inclusive la aparición de los tradicionales pseudo líderes que sólo
ven regidurías en su futuro, mientras que las autoridades envían a funcionarios
inservibles, incapaces de ofrecer una respuesta a los enojadísimos padres de
familia, por lo que la situación, amigo lector,
muy pronto, de no frenarse con oportunidad, va a ocasionar resultados
aún peores a los que estamos viendo.
El horno no está para bollos.
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