Lo que ocurrió en la casa de Enrique Galarza, en el
Bulevar Pedro G. Moreno, no es ninguna novedad para los residentes de ese
populoso sector de la ciudad. Desde hace tiempo, los delincuentes han hecho ahí
de las suyas a diestra y siniestra, en medio de una impunidad inconcebible,
porque ¡aunque usted no lo crea! algunos de ellos ya cayeron y… ¿sabe qué? andan
libres, paseando tranquilamente y con sus prácticas habituales.
Le voy a platicar: Hace algunos años residí por espacio
de casi siete frente a la casa del señor Galarza. Ahí me tocó ser víctima, a
plena luz del día, de la actuación de un delincuente acompañado de dos menores.
Con lujo de violencia cometieron un robo, que sin embargo, fue resuelto en sólo
un par de días por la entonces Policía Judicial del Estado. Capturaron al responsable y el asunto quedó aclarado.
Sin embargo, ese sector, que incluye la calle 10, el
Bulevar Pedro G. Moreno, la calle 2, avenida 2, todo en el inicio de la colonia
San Vicente, desde tiempo atrás vive asolado por la delincuencia. Y no crea
usted que esto es sólo para robar. En la misma calzada, residía un hombre muy
bueno, sólo con su hermana y una sobrina, un tipo que gustaba de conversar con
los vecinos, de mucha nobleza y muy servicial, siempre muy atento.
Un día un grupo de bestias humanas se metieron a su casa.
Su propósito era robar, pero ya dentro, abusando de su juventud y superioridad
física, lo golpearon brutal y salvajemente. Tras cometer el robo se largaron
dejándolo muy mal herido. Desde entonces, Elco fue decayendo hasta que
falleció. Los responsables de todo eso jamás fueron ubicados por la policía y
el caso quedó en la más absoluta impunidad.
Una vecina de él fue visitada también por delincuentes.
Señora de la tercera edad, fue golpeada también por los sujetos, seguramente
influenciados por su adicción a las drogas. Con la más triste impotencia del
mundo la mujer literalmente fue testigo del actuar impune de los ladrones. Y
para darle el tiro de gracia, posteriormente el carro de sus hijas y el de un
matrimonio vecino, fueron robados.
Los vehículos de una familia que vive poco más hacia
arriba, ya son blanco acostumbrado de los “ratas”. Recientemente, abrieron un
vehículo con lujo de violencia, se llevaron varias cosas, y entre éstas
tarjetas de crédito. Lea bien esto. Las cámaras de una tienda de autoservicio,
captaron el momento en que una mujer entró a comprar con una tarjeta de crédito
en par de ocasiones. Un sujeto la esperaba afuera. La tarjeta era del dueño del
vehículo.
Con esa información, la policía capturó al par de
delincuentes. Su apariencia no dejó lugar a dudas del tipo de vida que llevan.
Confesaron quién fue el autor del robo en el vehículo. Dieron “santos, pelos y
señales” del bandido. Otra razón llevó a la captura del sujeto responsable del
hecho. Lo liberaron minutos antes de que se le identificara como tal. Y a los
otros dos, los soltaron también “por no haber elementos suficientes en su
contra”. ¡Insólito!
Los vecinos de todo ese sector viven en constante
zozobra. Han reforzado sus rejas, sus medidas de seguridad han aumentado. Sin
embargo, vemos que esto no ha rendido mucho resultado. Al señor Galarza lo
escuché esta mañana en un programa de radio. Lo sentí desalentado, como
queriendo ya olvidarse del asunto, tomando en cuenta que, seguramente, será un
caso más que quedará en el olvido y la impunidad. Así son las cosas en Guaymas.
El excesivo consumo de drogas, el delito que a diario se
comete en las llamadas “chatarreras” (comprar cosas robadas es un delito) y la
poca efectividad en la prevención de la delincuencia, es lo que está provocando
todo este problema.
Lo de Enrique Galarza es un caso más.
Mañana estaremos platicando de otro… y de otros.
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