Este es un tema que provoca siempre bastante controversia. Sin embargo, no deja de ser importante dar el espacio cuando es necesario.
Hace algunos años, tras desocuparme de un compromiso de
trabajo en la música, en plena madrugada, llegué a una pequeña fonda que estaba
en la avenida seis. Iba hambriento y el menudo que vendían ahí estaba realmente
sabroso. Estaba saboreando el platillo cuando veo que llegan tres figuras que
acapararon la atención de los escasos comensales a esa hora de la noche. Eran
tres “chicas” que vestían de manera glamorosa. Debo confesar que se veían
bastante femeninas. Eran muchachos a quienes se identifica de dos maneras: gays
o travestis.
Uno de ellos se acercó a donde yo estaba tras
reconocerme, y me dijo: “qué bueno que lo veo, necesito decirle algo”. Noté que
sus ojos estaban a punto de soltar las lágrimas y me percaté que los otros dos
también se veían muy alterados. Uno de ellos mostraba una especie de ira en la
mirada. Se veían bastante mal de ánimo.
Le dije al muchacho que se sentara en mi mesa y empezó a
platicarme. En lo personal, nunca he criticado el oficio al que cada persona se
dedica. Mientras todo esté dentro de lo legal la gente puede trabajar en lo que
quiera. Me dijo que ellos se prostituían, y que su trabajo era precisamente a
esas horas de la noche. Sin embargo, adolecen de un enemigo acérrimo,
implacable, inclusive hasta cruel… la policía.
Tras la introducción al tema, le pidió al otro joven, el
que se veía muy enojado, que se acercara para que me platicara lo que le había
pasado. Caminaban por una calle cuando repentinamente llegó una patrulla con
varios agentes a bordo, y sin mediar problema, dos de ellos se bajaron y al
grito de “a ver, bola de putos, ¿qué chingados andan haciendo?”, se les fueron
encima y los empezaron a empujar y maltratar. Las palabras malsonantes menudearon.
Era evidente la intención de intimidarlos.
“Andan buscando mayates, ¿verdad, hijos de la chingada?”,
y las palabras soeces subieron de tono. Enseguida la amenaza: “van al bote por
andar de putos en la calle!!” Lógicamente, los muchachos sintieron que el mundo
se les venía encima, y empezaron a suplicar que los dejaran en paz. La única
forma posible para no perder su libertad, fue darles 300 pesos que completaron
entre los tres. Los corruptísimos agentes se subieron a la patrulla y se
alejaron con risotadas burlonas.
Tras platicarme el hecho, el joven empezó a sollozar.
Sinceramente, sentí mucha pena por él. Hasta la cena perdió su rico sabor.
Enseguida, empezó a hablar con una gran impotencia. “¿Por qué nos hacen eso?
Nosotros sólo andamos buscando nuestro sustento. En todas partes nos cierran
las puertas por nuestra condición de vida, y de alguna forma tenemos que
sobrevivir”. Y dijo algo que a la fecha no se me olvida: “esto no es un castigo
de Dios, simplemente es una forma diferente de vivir”. Una profunda reflexión,
sin duda alguna. Y la súplica final: “Ayúdenos, por favor”. Nada se podía hacer
en ese momento, porque ni siquiera tomaron el número de la patrulla.
En fechas muy recientes, la llamada Comunidad Gay parece
estar despertando de un largo letargo. A partir de reciente manifestación hecha
en Hermosillo, donde exigieron respeto a sus derechos, la gente de Guaymas ha
exigido acercamiento con las autoridades. Y lo están logrando. Piden cosas
demasiado simples para tener una buena respuesta: que la policía los deje en
paz y que se abran oportunidades para que puedan desarrollarse inclusive en el
terreno profesional.
En lo personal, siempre he considerado que quien
desprecia a los gay es porque en el fondo enfrenta problemas de identidad. Sin
embargo, creo que sí es obligación de las autoridades impedir que policías
ignorantes y abusivos sigan agrediendo a un sector de la sociedad que
generalmente vive su vida sin entrometerse con la de los demás, aunque éstos
últimos insistan en criticarlos. En este caso, sí es responsabilidad directa
del Municipio aplacar a agentes voraces y corruptos que usan su uniforme para
delinquir.
Estas personas empezaron ya a despertar. Si las cosas
siguen igual, pronto serán un serio problema social.
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