lunes, 27 de mayo de 2013

Nos rebasa la delincuencia...

La verdad es que la situación sí está ya para alarmarse. Tal pareciera que, lejos de acercarnos a la tranquilidad cada vez nos alejamos más de ella. Y el sustento de tal comentario está en las páginas de los periódicos, que a diario, ahora ya en las primeras planas, nos informan de hechos cargados de violencia en los diversos puntos de la entidad sonorense.
Sí, se insiste mucho en que las personas involucradas en tales hechos, tanto criminales como víctimas, son gente que está inmiscuida en el crimen organizado, y que por ende los ciudadanos pacíficos no debemos mortificarnos, pero eso no es suficiente para que uno pueda sentirse confiado y salir a la calle como si tal cosa.
La presencia delictiva ya está en todas partes, a todas horas y cada vez de una forma más cínica y descarada. Las autoridades, al menos en lo que se observa, cada vez desprecian más el compromiso que tienen con la ciudadanía de velar por su seguridad. Los delincuentes se mueven a plena luz del día, en todos los rincones de ciudades y municipios, y los policías sólo muestran una indiferencia que a cualquiera deja estupefacto.
Y lo peor de todo es que el ciudadano común no tiene ninguna posibilidad de contar con una garantía para su seguridad. Recuerdo hace algunos años, cuando un amigo se acercó a pedirme una sugerencia. Tenía enseguida de su casa, pared con pared, a un grupo de sujetos que hacían de las suyas. El sueño se alejó de su casa, porque diario, a todas horas, llegaban decenas de personas a buscar a sus vecinos y precisamente a él le tocaban la puerta.
Me decía que se acercaría a la autoridad correspondiente para hacer una denuncia formal, y mi respuesta fue que se olvidara de eso. No me hizo caso y lo hizo, y al día siguiente sus vecinos ya lo estaban advirtiendo: “tú eres muy buena persona… mejor no te metas con nosotros”. Temblando de miedo prefirió vivir enclaustrado hasta que los individuos decidieron irse “con su música a otra parte”.
Ahora bien, tampoco es posible culpar al grueso de los agentes policiacos de la inseguridad en las calles, por una simple y sencilla razón: no es el agente “raso” el que puede resolver el problema de la presencia delictiva en las calles. Ellos son simples soldados que tienen que cumplir órdenes, y si una de éstas es no meterse con los delincuentes, pues… ¿qué pueden hacer?
Empalme no está exento de esa violencia. Recientes casos dejan en claro que la delincuencia está haciendo de las suyas y no ha poder humano que pueda controlarlo. La situación es grave, por lo que es de extrema urgencia establecer los métodos adecuados para, al menos, inhibir lo que está pasando.

Yo no sé si los políticos se sentirán muy bien sabiendo que la delincuencia ya los rebasó. Si así es y aún así se atreven a hacer declaraciones al respecto, es que de plano… no tienen vergüenza.

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