El de ayer fue todo un
espectáculo. Si lo vemos por el lado atractivo, pues… sí. Le dio a Guaymas algo
diferente, algo que no se veía desde que era un pueblito sin pavimentación y
casitas de cartón. De repente llegó una invasión ecuestre que causó admiración
entre las personas que vieron trotar a millares de equinos por nuestras calles.
Lo del caos vehicular para quienes lo admiraron fue lo de menos. Para los
automovilistas fue una mentada de madre.
Por el lado político, fue una deprimente
-- pero cargada de soberbia -- demostración sobre la manera en la que se ejerce
el poder absoluto. Por el lado del Gobierno del Estado, a Guillermo Padrés Elías
le urgen acciones que permitan demostrar
que no está perdiendo el control político del estado al estar a punto de entrar
a su último año de gobierno. Por eso se ordenó a cuanto funcionario y amigo
estuviera a la mano, subirse a un caballo e integrarse a la muchedumbre
montada. Que no supieran cabalgar era lo de menos. Hoy cientos de los improvisados
jinetes sufren para levantarse y presentarse a sus puestos de trabajo.
Sin embargo, la cabalgata con
tintes panistas pero a la cual se integraron -- no había otra opción -- gente
de espíritu colorado, quedó evidenciada como una falta absoluta de recursos
mentales de los asesores de lujo del gobierno del Estado. Tuvieron que recurrir
a la creatividad de la gente del ex gobernador Eduardo Bours Castelo para con
ello seguir demostrando que, todo lo que en su momento criticaron de los
gobiernos tricolores, ahora lo practican tratando de mejorarlo, pero sin aportar
ideas que hagan pensar en un cambio. Y lo van a seguir haciendo.
Cuando se trata de demostrar el
poder político, la molestia ciudadana es un cero a la izquierda. Ayer fueron
millares de automovilistas los que se llamaron agraviados por la invasión de
nuestras calles. Los panistas que en su momento fustigaron encolerizados la
marcha guadalupana encabezada por el alcalde priísta Otto Claussen Iberri por
los trastornos viales que provocó, ahora guardaron silencio sobre el tema y
aplaudieron frenéticos la misma actitud, pero hoy en sus mandamases panistas.
Del color que seas serán tus opiniones. Así es esto.
Claussen Iberri, por su parte,
tuvo que someterse y, tratando de salir bien librado de su presencia en medio
de una multitud panista, aseguró en boletín informativo que esto le sirvió para
que los participantes en la marcha se dieran cuenta de los avances logrados
durante su administración. En mi apreciación muy personal, pudo haber quedado mejor
política y socialmente, si no hubiera participado en la arbitraria cabalgata,
mostrando una posición de molestia tanto por los trastornos viales provocados,
como por la inmensa cantidad de caca que vinieron a dejarnos los equinos. No
solamente apoyó la marcha, sino que además tuvo que usar recursos de los
guaymenses para limpiar el excremento regado.
Incluso, una mejor posición suya
hubiera sido haber solicitado al gobernador que, el mismo impresionante
operativo que se utilizó para proteger la integridad de los jinetes, con
centenares de agentes armados hasta los dientes en helicóptero y patrullas, se
envíe ocasionalmente a Guaymas para protegernos un poco más de la inseguridad
reinante.
Lamentable que el alcalde no se
haya dado cuenta de que la invitación que se le corrió para estar presente en
el evento, fue una estrategia para impedir que la dirigencia priísta expusiera
su inconformidad. Ahí sí les ganaron los estrategas panistas, porque nadie del
PRI podrá criticar algo en lo que participó el jefe municipal del
partido.
Pero bueno… hoy todos ellos
tienen que pregonar que fue un éxito, aunque muchos guaymenses opinen lo
contrario.
cabalgata del desorden, la prepotencia, el despilfarro, pero sobre todo del ca adero o boñiga de los cuacos regadas por la calle, además del tremendo olor nauseabundo que nunca debiera ser propio de un puerto. ¿ me pregunto?, ¿que se pretende con estas cabalgatas millonarias?, ¿a quien o quienes benefician?. a mi no y a usted?
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